LA FAMILIA del Chapito, Ovidio Guzmán López, dice que el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, es una buena persona y cristiana, por no haber torturado a Ovidio y haberlo puesto en libertad. Una Verdad a medias pues no ha acreditado ni una ni otra cosa.
La familia tiene razón en preocuparse y ocuparse por nietos, hijo y demás vínculos consanguíneos, pero la misericordia y bondad debería de extenderse a los miles de ejecutados por parte del Cartel de Sinaloa que lideran los chapos, que han dejado miles de huérfanos, mujeres y hombres solos, pero además secuestros, extorsiones y delitos menos colaterales, amén del envenenamiento de generaciones a través de las adiciones.
La Familia no mide, no comprende, no dimensionada lo ocurrido el jueves en Culiacán, que no sólo es el hecho de haber incendiado la mitad de la capital sinaloense, sin el mensaje y salvoconducto que se le da al crimen organizados en sus varias expresiones en el país, de que pueden hacer lo que quieran y que basta un rehén o una amenaza de masacrar, para liberar a un capo, a un operador de un cartel a un secuestrador o a un asaltante
La familia pareciera ser parte de la filosofía lopezobradoriana, eso de no ver dejar pasar, mentir, pedir abrazos, acusarlos con su mamá, hacerles fuchi y guacala. Eso es de burla (oficial) y se convierte en risa, (nacional), o acaso será el síndrome de Maduro , con eso que Chávez le habló ya muerto y que un pajarito le dijo…
De ese nivel hablamos en este gobierno federal, en donde el gabinete de seguridad miente primero al decir que fue una emboscada y no un operativo mal diseñado (ahora lo sabemos) y luego que no llegó la orden de cateo y por último que:
“La pacificación tiene que ver que evitar el derrame de más sangre, que no se pueden arriesgar vidas”, pero no dice cómo proteger las vidas del resto de los mexicanos.
Cierto es que queremos más sangre, sobre todo en el norte y/o en Chihuahua en donde este líquido de vida, huele a muerte sobre las calles de concreto y en la campiña.
Ni los militares, los policías, ni el crimen organizado le apuestan a la muerte, es decir, nadie se enroló para matar-asesinar, pero aún así las cifras del gobierno del la Cuarta Transformación se acercan a las 25 mil ejecuciones, lo que supera en proporción, la estadística de Calderón y Peña Nieto. La muerte por lo tanto es circunstancial y efecto, pero para la estadística, el terror y el dolor es lo mismo.
TAL VEZ aún lo más delicado es que el presidente de la república, puso de rodillas a la institución (no religiosa) más prestigiada, respetada y hasta querida del país. Al Ejército Mexicano.
El presidente, el general las cinco estrellas, humilló a la milicia, se los puso de frente a los narcotraficantes, pero con la orden de no disparar. Las imágenes son contundentes cuando miembros de este cartel y otros, los rodean, les sonríen y hasta los saludan.
Ellos aguantaron firmen; saben obedecer órdenes y también sabe que desobedecerlas les puede llevar a un duro y prolongado proceso militar, salvó que AMLO lo salve.
Se trapeó con el Ejército Mexicano, lo hicieron recular. Agotó la última instancia, y como diría El Chapulín Colorado, quién podrá defendernos.
Pronto se conocerán las consecuencias de este cobarde capítulo, en donde por lo pronto vendrán deserciones en masa de policías en todos los niveles, como ya ocurre en Chihuahua, bajo la premisa de que los malos someten al ejércitos desde arriba, que esperar de los civiles encargados de la prevención y seguridad ciudadana.
Desde luego que lo ocurrido en Culiacán, representa un Estado Fallido, al igual que el operativo de captura de El Chapito, por menos López Obrador habría solicitado la renuncia del presidente en turno y su gabinete de seguridad, cosa que hoy no concede.
ALMO debe de recuperar de manera rápida y contundente la confianza ciudadana y cobrar facturas a su gabinete calificado como su clon, en especial, si no quiere o tal vez así lo desea que prevalezca el desorden y la anarquía para acabar de destruir las instituciones y el país.
Para cerrar una frase de Winston Churchill, “El que se arrodilla para conseguir la paz, se queda con la humillación y con la guerra”.