Encrucijada periodística

0
487

En recuerdo al gran amigo Alfredo Quijano Hernández, compañero de lealtad inquebrantable en estas tareas periodísticas, y en realidad en todo

Por Luis Silva García

CHIHUAHUA CHIH.– Las situaciones que enfrentamos en la vida nos someten a verdaderas encrucijadas, que en ocasiones nos dejan con la incertidumbre de si habremos actuado correctamente, o si estuvimos a la altura de las circunstancias.

Esta maravillosa escuela que se llama vida nos presenta callejones sin salida, laberintos interminables en los que luego no se ve la luz, o cuando se ve posible solución, no es una y clara, sino la disyuntiva de lo que podrá ser mejor, o menos peor, según las circunstancias.

La integridad, la solidez de principios y valores con fundamento en el bien común, y el apoyo en la simple pero profunda premisa universal: “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti mismo”, nos permitirá actuar de forma que quedaremos felices y satisfechos, una vez que hayamos pasado por las complejidades que encontramos en el camino.

Hace como 20 años la Fundación para el Nuevo Periodismo Latinoamericano, creada y dirigida por Gabriel García Márquez, realizó en La Ciudad de México, en y con la Universidad Iberoamericana, un taller de Ética Periodística en el que me toco participar.

Manuel Carreño Carlón era el Director de la Facultad de Comunicación de la Ibero, y Víctor Avilés el Coordinador de Comunicación Social del IFE; entre ambos me hicieron el honor de inscribirme en el taller, en el que participarían periodistas en activo de varios países de Latinoamérica, para compartir y analizar experiencias.

El coordinador del taller fue Javier Darío Restrepo, insigne periodista y escritor colombiano, experto y jefe del área de Ética Periodística en la Fundación para el Nuevo Periodismo Latinoamericano, maestro destacadísimo, así como estricto, de manera que exigió, a cada uno de los posibles participantes, que enviáramos por escrito un caso que hubiésemos enfrentado en nuestra carrera, mismo que él analizaría y aprobaría para poder incluirnos en su taller, como fue en mi turno.

Resumo enseguida el caso que envié: En los años 1990s, en el periódico Norte de Ciudad Juárez, pese a que resistimos los embates y rechazamos sin vacilar los embutes del crimen organizado, particularmente del Cártel de Juárez, finalmente, por la seguridad de los periodistas y de nuestras familias, tuvimos que caer en la autocensura y dejar de publicar noticias del cártel y el nombre del capo Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”.

La situación era crítica en la comunidad juarense y a mí, como periodista, Director Editorial y Director General del periódico, me tocaba ser especialmente cuidadoso en el análisis y toma de decisiones, apoyado en mis compañeros del equipo, para realizar la tarea periodística con integridad y sin incurrir en riesgos mayores o innecesarios.

El narcotráfico en la frontera norte de México había transitado de ser un lugar de paso hacia el gran mercado de Estados Unidos, a penetrar en la sociedad juarense, tanto por las personas que traficaban, como por los consumidores de droga, de manera que las peleas por la plaza se reflejaban en constantes enfrentamientos armados y en el aumento escandaloso de homicidios.

Los medios de comunicación fueron cooptados; en su gran mayoría aceptaron el dinero del narco y dejaron de publicar notas contra el Cártel de Juárez; lo digo con absoluta certeza porque lo escuché del mismo Amado Carrillo cuando nos dijo: “No entiendo porque estoy arreglado con todos los medios de comunicación y ustedes no me aceptan el dinero”.

Cuando escuché sus palabras me pareció que su expresión sería una exageración o presunción, pero rápido confirmamos, tristemente, que Amado Carrillo tenía razón y ningún medio publicaba ni notas del cártel ni su nombre, no solamente en Cd. Juárez, en todo el estado de Chihuahua y, más aún, en todo el país. Nos estábamos quedando solos en la publicación de información sobre el Cártel de Juárez.

Y esto tendría consecuencias, claro, si bien no tan graves como podría temerse, gracias a que no haber aceptado dinero ni ningún tipo de trato con el cártel, llevó al medio a la situación relativamente segura de que los malos no tenían materia para algún posible reclamo.

Pero tampoco era que la requirieran: por aquellos días dos fotógrafos fueron secuestrados por algunas horas y golpeados por sicarios del Cártel de Juárez cuando cumplían una asignación en un conjunto residencial, donde ellos tenían una casa de seguridad: los atacaron solamente por pasar frente a la finca y porque eran del periódico Norte de Ciudad Juárez. Los soltaron más tarde con algunos golpes, nada de gravedad, y sus equipos dañados.

Luego, en una madrugada recibí el aviso de que habían baleado el portón de salida por donde se cargaban los vehículos para el reparto del periódico; por fortuna, en el momento de los tiros con armas de alto calibre, ningún empleado transitaba por la zona y no hubo heridos; sólo quedaron los hoyos en el portón metálico.

Era claro que se trataba de un aviso y amedrentamiento por parte de Vicente Carrillo Fuentes “El Viceroy”, hermano de Amado y a quien el jefe del cártel había dejado encargado de la plaza cuando él se fue a vivir a Sinaloa.

En este momento y antes de que llegara a pasar alguna desgracia mayor, es que tuvimos que tomar la decisión de autocensurarnos y dejar de publicar noticias del Cártel de Juárez y el nombre de Amado Carrillo. Sabíamos que el capo tenía especial atención sobre Ciudad Juárez pues ahí vivían su esposa y sus hijos.

Lo que se discutió en el taller de Ética Periodística en la Ibero fue si la decisión de autocensura, en todo caso lamentable, se justificaba para salvaguardar la seguridad y vida de los propios periodistas y sus familias, pues estaba claro que a los narcotraficantes nada les cuesta matar a alguien.

Los compañeros periodistas en el taller, así como el maestro Javier Darío Restrepo, coincidieron en que el valor de la vida humana está por encima de cualquier otro y que, al no haber otra alternativa, e incluso al habernos negado a negociar con la mafia, actuamos correctamente con la medida de propia censura para evitar lo que podría llegar a ser un mal mayor.

Me quedo tranquilo y muy avalado por expertos y experimentados periodistas que siempre nos respaldan, pero nada me quita el amargo sabor de que tuvimos que someternos y dejar de hacer el periodismo que correspondía, el que nos tocaba, el de denuncia para beneficio de la sociedad.

Con todo, debo aclarar que estoy orgulloso de formar parte del grupo de seres humanos que no nacimos para estar de rodillas.