ENTRE COFIAS, ALAS, BALAS Y BANDERA

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Ya que hablamos de enfermeras y su apostolado al cuidado de nuestra salud

Por Carlos GALLEGOS PÉREZ

DELICIAS CHIH.- En tono académico decimos que la práctica de la enfermería, tanto en mujeres como en hombres, se define como el conjunto de acciones y cuidados dirigidos a la promoción de la salud,la prevención de las enfermedades y la recuperación y rehabilitación de los pacientes en las clínicas y hospitales donde trabajan.

En un lenguaje más llano, más deliciense, más pueblo, decimos que las enfermeras, los enfermeros, son los ángeles blancos que nos abren la puerta para recuperar la salud perdida.

Así los definimos aquí desde que Delicias es Delicias, desde que aquellas enfermeras empíricas hacían mágicos malabares ante sus enfermitos, sobre todo a favor de las parturientas.

Tiempos llegaron en que se hizo necesaria la profesionalización de aquel oficio tan noble y empezaron a instalarse escuelas que prepararan académicamente a estos estandartes de la medicina.

En una de las fotos, alumnas de la Escuela Regional de Enfermería de Delicias posan el 20 de noviembre de 1974, minutos antes del desfile del Día de la Revolución, cuando fueron preparadas para que formaran parte de la banda de guerra del plantel.

En la parte superior, de izquierda a derecha, vemos muy guapas y marciales a Xóchitl y Morayma Quiñónez e Isabel Castillo.

En el plano inferior, en el mismo orden, a Ada Alicia Zamora, Mavy Hernández Castillo y Martha Sánchez Carrasco.

En la otra toma, de muchos años antes, de sombrero galano, carrileras terciadas, espada desenvainada y cargando una bandera, está Adela Velarde Pérez, nativa de ciudad Juárez, universalmente célebre como la Adelita.

Es la muchacha del corrido villista, que corrido y fue himno de guerra, cantado entre otros muchos por Jorge Negrete, Amparo Ochoa y cualquier cantidad de intérpretes y generaciones de borrachos.

Fue una de las 124 enfermeras revolucionarias que integraron la Asociación Mexicana de La Cruz Blanca, una brigada sanitaria itinerante que se ocupaba de curar a los soldados heridos en los campos de batalla, a los enfermos que ingresaban a los improvisados hospitales, donde unos se aliviaban, donde muchos morían ante la falta de medicamentos y por las precarias condiciones higiénicas.

Su valor ante las balas, su coquetería,su belleza, la popularidad que alcanzó entre la tropa y los supuestos o reales romances que le achacaron, y desde luego la oda musical que le dio lustre, opacó su heroica labor asistencial en instantes de vida o muerte.

Su nombre se generalizó bajo el seudónimo de las Adelitas, abarcando a las soldaderas que acompañaban a sus hombres en las malas y en las peores.