CADA vez hay más dudas sobre la bandera anticorrupción enarbolada por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, desde sus campañas y a poco más de tres años de Gobierno.
Ayer le dio la vuelta al mundo, sin exagerar, la fotografía de Emilio Lozoya, imagen que capturó la periodista Lourdes Mendoza de El Financiero, en un lujoso restaurante de la CDMX.
Desde luego que se trata del exdirector de Pemex en el gobierno del presidente Peña Nieto, procesado y extraditado por el caso Odebrecht, empresa de la que se supone recibió, 10 millones de dólares y otras decenas más para repartir, a cambio de contratos de empresas paraestatales mexicanas.
De Lozoya se conoce que es un testigo protegido o que asumió el famoso Criterio de Oportunidad, lo que le permite estar en libertad, aunque bajo imputación.
No se conoce, pese a que se ha dicho que tiene la medida cautelar de arraigo domiciliario y brazalete electrónico, lo que la periodista ya demostró que no es así, literalmente lo desnudó.
Que gran “oportunidad y criterio” de Lozoya para reírse del mundo; un descaro e inmoralidad, diría el presidente López Obrador, pero él mismo, a través de su fiscal general, le permite enviar a la nación (y al mundo) un mensaje de impunidad y de corrupción. No tiene la culpa el indio, como dicen en la campiña norteña.
Tan sencillo sería aplicar la Justicia y no el derecho, como lo pregona la CuartaT y se evitarían estas desvergüenzas, salvó que se concedan estos “criterios”, para permitir la represión y/o venganza política, como ahora se percibe.
EN MISMO garlito, el presidente López Obrador estará el próximo nueve de noviembre en la sede de la ONU, en donde México asumirá la Comisión de Seguridad, posición que ya había desempeñado, con base a las políticas pacifistas y de no intervención.
El discurso de AMLO versará sobre esos dos grandes temas, aunque el pacifismo como que ya no nos queda ante la militarización del país y el intervencionismo anda por la misma, ahora que rescatamos presidentes depuestos y traemos a otros a los festejos patrios. Desde luego puros amigos de la CuartaT provenientes de las dictaduras.
La otra parte del discurso en la ONU, va a ser el llevado y traído tema de la corrupción, que tanta supuesta empatía le ha generado al presidente mexicano.
AMLO dirá al mundo que la corrupción es la maldición que impera en el mundo y que es además la causa de desigualdades, desventuras y desgracias.
Seguramente dirá que en México ya está desterrada y que en el tema tenemos bandera blanca.
Bueno pues, cosas de discursos y retóricas a modo, mientras Ovidio, Lozoya, Cienfuegos y otros (muchos) andan en las calles y en exclusivos restaurantes y le agradecen los abrazos mantiene encarcelados a cuatro agricultores de la región centro sur, acusados de terrorismo y motín como en las peor dictadura.
ANUNCIADO por la gobernadora María Eugenia Campos Galván, se procederá judicialmente en contra de quienes practicaron tortura psicológica, humillaciones y amenazas en contra de quienes fueron perseguidos y varios encarcelados, a través de estas prácticas en el gobierno del Corral.
Lo anterior, luego de que se ventiló en lo público que la excasa de gobierno la de la Zarco, enseguida del CDE del PAN, se convirtió en la tenebrosa casa de la tortura, a donde llamaba a los supuestos funcionarios responsables a confesar su culpabilidad y a que declaran en contra de otros.
Declarar en falso y/o inculparse era la salida, pero a la cárcel, de manera fast track y con un sistema acusatorio listo y con la instrucción de dictar prisión preventiva, en lo que avanzaban los casos y luego levantar po la misma vía nuevos “testimonios”.
Los manotazos, gritos, amenazas están documentados y ya hay nombres que se están integrando a expedientes.
Hay qué ver en que acaba otra historia de miedo en Chihuahua, de esas muy parecidas al penal de Lecumberri, escritas por el falso periodista Javier Corral Jurado.