Por Carlos GALLEGOS PÉREZ
DELICIAS CHIH.- Más anti solemne, auténtico y modesto, imposible.
Es la toma de posesión de Manuel Chávez Fernández como primer Presidente Municipal de Delicias, acto efectuado el 7 de enero del reciente 1935, el mismo día en que la bizoña población fue recategorizada políticamente, escalando de simple comisaría de Rosales a novel municipio del Estado.
Un mini escritorio de barata madera mal pintada y sin acabados, sobre el que pusieron cinco sombreros, dos de los conocidos como de cuatro pedradas, uno parecido a los vorsalinos franceses y otro tipo bombín.
Un recinto reducido con piso de tierra, una vestimenta vario pinta a base de bien planchados tacuches, corbatas anchas y coloridas, camisas y pantalones kaki, aptos lo mismo para la diaria faena que para ocasiones especiales como la que estamos viendo en esta foto del archivo de Argelia Silva.
Qué delicia de ceremonia: aunque sin bolear los zapatos, los concurrentes no tuvieron que ocultar media cara detrás del asfixiante cubre bocas ni guardar la desabrida y anti natural sana distancia.
Don Manuel, con el cabello bien engominado, reboza alegría ante el compromiso que le había conferido el general Rodrigo M Quevedo, a esa fecha Gobernador de la entidad, a través de la línea sumaria que le hizo llegar al Congreso: nómbresele edil de Delicias y marche un pelotón de diputados a atestiguar el acontecimiento.
Ah, y séase Melchor Meza Grajeda su suplente y Enrique Rubio Castañeda, Salvador Quiroz M , Federico Romero M y mi compadre Aquilino Sáenz, los regidores.
Tal y como, y en cuanto cumplan la orden y levanten el campo, vengan a rendirme el parte del día.
Del día, eh, no de la noche, porque ya saben que me acuesto temprano y me pongo de malas si me despiertan antes de que lo haga el gallo de las cinco AM.
En eso han variado poco las formas de hacer política.
Si acaso hoy día le echan un poco de betún para disimular, sobre todo en el bla bla, pero en el fondo casi es lo mismo: el poder es para poder.
Como lo dispuso el rudo ex revolucionario así se hizo, pero desató el infiernillo de la grilla y a mediados de año don Manuel evacuó la plaza ante la acometida de otro Manuel, éste de aperlativos González Espino,quien tampoco hizo huesos viejos, dejando la vacante a Cipriano I Vargas, que como el Gobernador, aún olía a pólvora.
Mas con todo y sus blasones guerreros, lo desalojó Hilario Pérez Carrillo y a éste un nuevo Cipriano, en su caso apellidado Yáñez, que como pudo terminó aquel primer convulso trienio.
Valgan estos apuntes para evocar tiempos no sé si mejores, pero definitivamente más emocionantes.
Cinco alcaldes en un trienio.
Los cinco sin partidos ni elecciones, sólo cinco ciudadanos comunes que ni sueldo cobraban.
Como para una serie de Netflix de varias temporadas.