Por Luis SILVA GARCÍA
CD. JUÁREZ.- La realidad que hoy se vive en México es desalentadora. Y más aún si analizamos la conducta de los jóvenes, adolescentes y niños, quienes en su mayoría y salvo muy honrosas excepciones, parecen dirigidos por la tecnología, por los programas de medios masivos de comunicación y por las mal llamadas redes sociales (que de sociales no tienen nada), siempre con el celular en la mano, en absoluta ignorancia de lo que sucede a su alrededor y ausentes de valores.
Los sociólogos han hablado mucho de una “Generación Perdida” en todo el mundo, al referirse a las personas que nacieron entre los años 1950 y 1980, quienes fueron renunciando a los valores tradicionales de sus padres en medio de una transformación vertiginosa, sin que quedaran en claro los valores que suplirían a los anteriores. Además, con aumento generalizado en el consumo de drogas y desapego en las tareas laborales y funciones tradicionales.
Pues no han pasado muchos años para que podamos ver, al menos en México, que los que vienen después de esta llamada “Generación Perdida”, a quienes a nivel mundial denominan “Millenians”, les digan a los anteriores “quítate que ahí te voy”, en cuanto se refiere a desajustes, negativa de valores, conductas agresivas, pasividad laboral, ignorancia y hasta desórdenes mentales.
Pero un dicho dice: “La culpa no es del indio sino del que lo hace compadre”. ¿Cómo vamos a culpar a los niños pequeños de comportamientos groseros si son sus padres los que se los festejan? Y además es lo que ven normalmente en programas televisivos y videos. Es una malformación, o deformación. Y vamos de mal en peor.
Desgraciadamente la educación y cultura de México está en un abandono absoluto y eso repercute es los estudiantes: los niños reciben clases muy deficientes y hasta en los niveles universitarios las cátedras son de niveles muy bajos en nuestro país. Bueno, hasta abundan las personas con títulos de doctorados y maestrías que son analfabetas funcionales.
El deterioro en este y otros aspectos, como el económico, el social o el familiar, se acrecientan desde que nos quedamos atrasados en las transformaciones mundiales que se ventilaron por 1980 en todo el planeta.
Cuando en otras sociedades se daban cambios tan diametrales como la caída del muro de Berlín, la desaparición dela Unión Soviética, los cambios impulsados por Mandela en Sudáfrica y la llegada al gobierno de alternancias con esquemas más democráticos e incluyentes y con la aparición de gobernantes mujeres, en nuestro querido México lo que pasó fue un fraude e imposición electoral, avalada por esquemas económicos y hasta criminales, que permitieron que Carlos Salinas de Gortari fuera Presidente. El mundo transitaba en un sentido y México en el contrario. Luego vino el asesinato de Colosio que permitió otro sexenio fallido y tronado en la economía y crecimiento.
En el año 2000 finalmente se da la alternancia en el gobierno, ya con al menos doce años de atraso. Pero los siguientes doce años de gobiernos de un partido diferente al de décadas anteriores tampoco lograron un cambio.
Si hubo intentos: programas para corregir y mejorar, basados en lo que ya se experimentaba en otros países y con el aval de los organismos internacionales. Podemos hablar de la agenda de Buen Gobierno impulsada por Fox, con lineamientos para mejorar y reeducar a los servidores públicos; o de los programas para normar las compras que hace el gobierno; desde luego, los intentos de mejora regulatoria, por citar unos casos, sin olvidar los programas de transparencia y combate a la corrupción, que eran más educativos que sancionadores.
En los foros internacionales México llego a ser reconocido como ejemplo de un intento de transformación que pintaba hacia un halagador futuro. Hubo inclusive países que tomaron como ejemplo las iniciativas mexicanas para aplicarlas en sus esquemas y comunidades.
Claro que una transformación de esta naturaleza no se puede dar de un día para otro, por eso se plantearon las metas a 25 años, para que entonces, después de un esfuerzo prolongado, se pudieran ver los resultados. Ya andan pasando esos años y todo indica que estamos aún más atrás.
De todo aquello y de muchos más esfuerzos que ciertamente hubieron, ni cenizas han quedado. La alternancia hacia la democracia en México llegó muy tarde, y además los cambios necesarios no fructificaron. Vino Peña Nieto y ahora López Obrador y estamos peor.
¿Que intereses se conjuntaron para que en nuestro país se dieran las cosas como se han dado, hasta llegar al grado de deterioro económico y social con un Presidente que no atina más que a decir contradicciones todas las mañanas, y que ha desperdiciado miles de millones de dólares en recursos solamente por una ideología que pretende imponer y que redunda en el odio entre los gobernados?.
Realmente la respuesta no tiene mucha ciencia, pues son los intereses de grandes capitales, lícitos e ilícitos, a quienes les conviene que México no cambie, que su gente siga en la ignorancia y que todo se mantenga como está para seguir obteniendo grandes ganancias.
Solamente así podemos explicarnos como es que, en México, siendo un país en el que hay decenas de millones de pobres, de gente que hoy no sabe si va a comer, haya a la vez no una, sino varias familias que poseen una riqueza catalogada entre las 20 más grandes del mundo.
La cuestión ahora es la triste situación por la que navega el país, pues no se ve para cuando podamos mejorar, seguimos sin esfuerzos por elevar la educación; los chiquitines están creciendo con el ejemplo de la delincuencia y el agandalle como formas de obtener comodidad de vida.
Es lo que ven permanentemente aún entre sus padres y demás familiares, y sobre todo en los medios de comunicación, que incluyendo la inmediatez del uso de celulares y sus diversas plataformas.
Entonces no debe asombrarnos que los niños, adolescentes y jóvenes, actúen como están viendo a los demás, con una total apatía por las normas de conducta y convivencia entre los seres humanos, con una absoluta falta de respeto al prójimo.
En este contexto no debe parecernos extraño lo que sucede. Pero vaya que el incierto destino de México es para asustar al más pintado.