El eufemismo institucionalizado

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Por: José Luis Jáquez BALADERRAMA

CHIHUAHUA CHIH.- Los eufemismos suelen ser términos que, recurriendo a la metáfora (por citar la figura más frecuentemente utilizada) adquieren un carácter mucho más genérico y ambiguo, de manera que descargan el contenido semántico que podríamos catalogar como “nocivo” de la palabra sujeta a interdicción.

Un sinónimo de lo que entendemos hoy como eufemismo lo encontramos en el sintagma políticamente correcto que se introdujo en nuestra sociedad, entre otras vías, a raíz de la publicación en España de la obra de James Finn Garner “Cuentos infantiles políticamente correctos”. Este sintagma procede del adjetivo sajón polite (educado).

Se prefiere el término eufemismo en la medida en que este último se entiende con el sentido de ocultación o esoterismo. En cierto modo, se trata de “eufemizar” la propia palabra eufemismo. Con estos términos se persigue una función igualitaria y no discriminativa.

Muchos y muy variados son los ejemplos que podemos encontrar. Basta abrir cualquier diario o prestar atención a los diferentes medios de comunicación para encontrar expresiones como crecimiento negativo de la economía, donde la utilización del sustantivo crecimiento amortigua y esconde el significado de sintagma completo; persona horizontalmente diferente para referirse a la persona obesa, dentadura alternativa para evitar el malsonante postiza, por no hablar de las diferentes profesiones laborales donde podemos encontrar ejemplos como empleado de fincas urbanas para designar al portero, técnico en combustibles vegetales para referirse al leñador, empleada del hogar por asistente o chacha, mujeres públicas en lugar de prostitutas (fenómeno que no ocurre con los hombres públicos), etc.

Los ejemplos son innumerables y, como vemos, se trata de una forma de eufemismo institucionalizado. Los ejemplos de estos eufemismos se disparan en el ámbito dialectal para referirse a las enfermedades o a la denominación de determinados órganos o funciones relacionadas con la escatología o el sexo.

La modernidad nos ha demostrado, con evidencias por todos lados, que el eufemismo ha sustituido al lenguaje llano y claro.

Asimismo, para una antropología de las buenas maneras, son relevadores esos torcimientos que logran ocultar los hechos detrás de las palabras, no ocultándose y calificando a sus productos con adjetivos negativos como malas (palabras), groserías, obscenidades, peladeces, pero, como esos frutos condenados forman parte de la zona emocional e intensificadora de lenguaje y su empleo resulta imprescindible en la comunicación cotidiana de todos, eufemismo parece la solución de quienes pretendiendo intensificar su expresión verbal prefieren matizarla con aquello permitido por las buenas maneras.

Así, eufemismo también es sinónimo de maquillaje, mojigatería, hipocresía de un inexplicable temor a las palabras, como si su “malignidad” inherente fuera peor que la ejercida en otros actos sociales