Balacera en la Huerta Legarreta

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Por Luis SILVA GARCÍA

CD. JUÁREZ CHIH.- En la capital del estado de Chihuahua este encabezado noticioso se ha repetido en innumerables ocasiones a lo largo de años; ya no es noticia, dicen los reporteros. Ya es costumbre, por desgracia.

Pero las malas costumbres no deben llevarnos a dejar en el cajón el olvido los hechos que, sin duda, influyen en la conformación de nuestras comunidades.

Eran los primeros años de la década de 1980s y el ambiente político estaba muy caldeado en el estado de Chihuahua.

En los años anteriores se dieron movimientos de protesta que llegaron hasta las armas y a la formación de grupos que actuaron en todo el país; luego, en 1983, de manera sorpresiva la ciudadanía se volcó mayoritariamente en las urnas contra el régimen priísta que gobernaba, desde hacía décadas, de manera casi absoluta en México.

Así el PAN logró ganar las presidencias municipales de las principales ciudades el estado, incluyendo Ciudad Juárez y la capital, Chihuahua.

El contexto es el mismo en la historia de nuestras sociedades: grupos liberales y grupos conservadores, sin que necesariamente sean absolutistas, que se enfrentan y a veces llegan al encono.

La pugna por el espacio e intereses de la Huerta Legarreta, ubicada al norte de la ciudad de Chihuahua, quedó, físicamente, entre el territorio de la Colonia Villa y aledañas, manejadas por el Comité de Defensa Popular (CDP), y la parte que estaba siendo urbanizada por los gobiernos municipales, con amplias y pavimentadas calles, servicios, y la intención de instalar parques en los terrenos que antes fueron frutícolas.

Así como quedó también, ideológicamente, entre un gobierno de tendencia conservadora, como era la presidencia municipal del panista Luis H. Álvarez (y especialmente del jefe de policía Javier Benavidez) y los líderes colonos cedepistas (especialmente Adán Sigala) quienes presumían de ser radicales de izquierda, aunque figuraron más como brazo golpeador de los priístas.

Qué tanto lo fueran unos y otros, y sobre todo si nos referimos a autenticidad, es algo en lo que nunca nos pondremos de acuerdo, pero el hecho es que se generó el caldo de cultivo propicio para un enfrentamiento a balazos; y así sucedió.

Por el radio con escáner, a través del cual escuchábamos las frecuencias de la policía, bomberos y cruz roja, nos entramos los periodistas que había tiroteo en las inmediaciones de la Huerta Legarreta y de inmediato salimos corriendo para allá.

Sabíamos que, luego de amagos de enfrentamientos en los días anteriores, el alcalde Álvarez anunció que se quedaría una patrulla policiaca en la huerta, pero con agentes desarmados, para evitar desgracias.

Sin embargo, los cedepistas atacaron a balazos a estos agentes y uno de ellos falleció ahí, lo que provocó la entrada de la policía en masa a buscar a los atacantes, y entonces si se desató una batalla campal.

Al legar a las inmediaciones por el lado de la calle Portugal escuchamos tiroteo nutrido. Como reporteros éramos muy imprudentes y el fotógrafo Alfredo y un servidor solicitamos a una patrulla que nos llevaran con ellos. Accedieron solamente con la condición de que nos pusiéramos un casco.

Recorrimos por varios minutos la huerta que estaba en tinieblas, escuchamos a lo lejos algún disparo, nos llevaron al lugar donde quedó la patrulla con una víctima, agente fallecido, y donde rescataron a su compañero herido. Repentinamente hubo tiros hacia la patrulla en que nos transportábamos y de inmediato nos llevaron de regreso a la calle Portugal, donde se aglutinaban decenas de persona a ver que sucedía.

Ahí se escuchó un tiroteo más intenso y toda la gente empezó a correr. Nosotros nos fuimos a refugiar en una casa, de espaldas a la huerta. Una señora abrió su puerta y traspasamos las rejas no sé de qué manera, pero en un instante ya estábamos en el piso de la sala resguardados, prácticamente pecho tierra, hasta que en unos minutos ya no hubo disparos. Salimos y el panorama ya se estaba despejando.

Luego llegó una ambulancia de la Cruz Roja con el encargo de ir a ver si había heridos, y un agente del ministerio público les pido poder abordar el vehículo para ir a dar fe. Y ahí vamos de nuevo los imprudentes reporteros en la ambulancia.

Cruzamos la huerta y llegamos a la calle 17 de junio, donde una hilera de viviendas del CDP lucían como el frente de batalla.

No se vieron ya agentes policiacos ni tampoco gente armada, pero si señas de que estuvieron disparando de adentro de varias de esas viviendas, así como múltiples tiros que se impactaron en las mismas. No había ninguna persona a la vista, ni se escuchaba nada absolutamente, era un silencio sepulcral, como si apresuradamente todos los que estuvieron en la refriega se hubieran ido.

Dejaron un cadáver frente a una de las casas. Era uno de los cedepistas que cayó abatido y no pudieron recogerlo; por lo cual yo siempre tuve la duda de si habría más víctimas, ya que las balas que se dispararon fueron muchísimas; las señales así lo evidenciaban.

El cadáver estaba boca abajo y el agente del ministerio comenzó con su descripción y en un momento me pidió que, con mi bota, le ayudara a voltearlo para seguir dando fe. Así lo hice y en ese momento un fotógrafo de El Heraldo de Chihuahua tomó una placa. Nosotros trabajábamos en Novedades de Chihuahua y la rivalidad entre medios de comunicación era notoria.

Las víctimas mortales del enfrentamiento fueron un policía y un cedepisita, de acuerdo a lo reconocido, así como un policía herido; y no se supo por parte del CDP si hubo otros fallecidos o heridos, pues no les convenía hacer el pleito más grande.

Pero ese día y hasta en la noche el terror se extendió por varias partes de la ciudad, pues hasta las inmediaciones del cuartel y oficinas policiacas, en la colonia Santa Rosa, llegaron trocas con contingentes cedepisatas, incluyendo mujeres y niños, supuestamente para protestar por la “agresión policiaca”, y se escucharon nuevamente tiros de arma de fuego y observé el terror en las personas que llevaron acarreados a esta protesta; Pasaron a toda velocidad frente a las instalaciones, en una medida que más que nada era una provocación, pero exponiendo a inocentes; por fortuna aquí ya no pasó nada.

Obtuve la versión, de parte de integrantes del CDP, de que el policía victimado con tiros de escopeta, habría sido ultimado a manos de uno de los líderes de la organización. Lo decían con prepotencia. Y así se desató todo.

Al día siguiente apareció publicada en el periódico mi crónica detallando los acontecimientos del enfrentamiento en la Huerta Legarreta, y denunciando el ataque cedepista contra los policías desarmados, que costó la vida de uno de ellos y generó el terror.

El Heraldo publicó en primera plana, no sin morbo, la fotografía en la que estábamos volteando el cuerpo de la víctima cedepsita para que el agente ministerial diera fe. Claro que lo hicieron con el propósito de ridiculizarme o afectarme, pero les salió el tiro por la culata, pues mucho se polemizó sobre este caso y los rivales me hicieron el favor de dejar en claro que estuve en el lugar de los hechos, lo que aportaba mayor credibilidad a mi crónica periodística.

En esta ocasión me todo defender el actuar de la policía y de la autoridad del alcalde Luis H. Álvarez, como en otras me tocó criticarlos agriamente, siempre con verticalidad, honestidad y fundamento, Así es la tarea del periodista y nunca queda nadie contento. Claro que tampoco escribimos para dar gusto a nadie.