Quiebra Social

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Por Luis SILVA GARCÍA

CD. JUÁREZ CHIH.- La señora Paquita rebasa los 80 años de edad, muy azarosamente vividos; vino de su pueblo natal a la frontera a buscar una mejor forma de vida, y vaya que ha sufrido.

Vive en una casa semiderruida en La Cuesta, por allá en aquella colina donde el viento sopla fuerte. Es una propiedad grande; en la esquina rentaba para un taller mecánico, pero eso fue en tiempos mejores; hoy ahí solamente quedan ruinas y basura acumulada; espacio adecuado para reuniones de vagos y malvivientes; las pintas y rastros así lo confirman.

La fuerza ya no le socorre como antes, pero tiene que sacarla de la flaqueza porque le quedó el compromiso de un nieto de 7 años, Paquito, hijo de su hija, que mejor lo tiene con ella porque a la mujer no le ha ido nada bien con su marido: resultó golpeador, borracho, mal educado y desobligado.

Dice Paquita que hace mucho que el hombre voló y no saben nada de él. Dejó deudas y compromisos por todos lados. Su hija se fue por su lado a buscar trabajo, y pues ahí esta ella con Paquito: que llevarlo a la escuela, revisar que haga la tarea, que tenga que comer, que ande limpio, libros, uniformes. A la señora Paquita no le alcanzan ni los recursos ni a la fuerza para este chamaquito.

“Señora, traemos una notificación para Rubén Martínez porque adeuda las placas de una motocicleta desde hace tres años”, le dije a Paquita cuando toqué y abrió esa antigua y maltratada puerta. Detrás de la falda de la anciana asomaba sonriente la cara de Paquito.

–Ande usted, ese rufián ya no vive aquí y, si, quedó debiendo en todas partes y no sabemos dónde anda, se fue con todo y moto.

Y ahí surgió su drama: Expone que hace más de 15 días que están sin agua, que se las cortaron porque llegó un recibo de más de 8 mil pesos y pues no hay con que pagar.

–Ponte a seguir con la tarea, Paco, no te estés distrayendo; le dice al niño que busca enterarse de todo, con inquietud y alegría manifiesta, enfundado en un uniforme escolar bastante raído. Varias ocasiones tocó regresar al domicilio de esta señora y llevar alguna golosina para el menor.

Ante el panorama, optamos por buscar ayuda para el caso; solicitamos en la Junta de Agua que reconectaran el servicio mientras revisaran el caso, pero –argumentamos- estas gentes no podían estar sin agua.

Alguien con sentido común y ganas de ayudar dijo “vamos a solicitar una inspección porque el consumo es inusual, tal vez habrá una fuga, o un error, y entonces aprovechamos para que conecten el servicio mientras revisan”.

Regresamos a buscar datos, el recibo, el nombre del contrato, el número de cuenta y entonces Paquita dijo: es que ya hace tiempo que le dimos el recibo a la candidata de Morena, porque fue la que nos dijo que iba a arreglar, y nada.

En una plática más a detalle nos entramos que no solamente el recibo, sino hasta una cantidad de 6 mil pesos le había entregado Paquita a dicha las personas de la candidata de Morena al distrito local, con la promesa de arreglarle el cobro, aún mucho antes de que les cortaran el agua. Y pasan las semanas y estas personas no regresaron.

El caso se enreda, pues estas pobres gentes, las más vulnerables y maltratadas, las más pobres e ignorantes, le creen a los que hacen falsas promesas y en ellos fincan sus esperanzas, pero resulta complicado ayudarles, pues luego se hacen gestiones de buena fe, se mueven hilos para apoyarlos, y a ciencia cierta la señora no sabe ni a quien le entregó dinero.

En la Junta de Agua pueden llegar a creer que uno anda pidiendo dinero para arreglar trámites, cuando se hace solo por sentido social de ayuda al necesitado, cuando uno juzga que es propicio. Pero así andan las cosas.

La cuestión es que luego resulta más fácil abusar que ayudar, o lo que es lo mismo, resulta más fácil robar que educar; los valores y principios han sido objeto de un trastrocamiento a través de los años, y de repente es natural portar un arma y entrar a los lugares públicos como si nada, o fumar mariguana a media calle, o reírse de los desvalidos, por citar solo unos ejemplos.

El relato, aparentemente inocente, lleva a pensar en la quiebra social de nuestra nación, que se refleja claramente en dos preocupantes realidades: la economía cada vez más deteriorada y el afianzamiento de los poderes del crimen organizado en el territorio mexicano, y ambas realidades merecen estudios profundos que no son objeto en esta ocasión.

Podemos al menos mencionar unos datos: de acuerdo al organismo internacional Epic Maps, que se dedica a recopilar y comparar datos sociales por países, de las 10 ciudades, en todo el mundo, que tienen el mayor número de asesinatos por cada cien mil habitantes, siete son mexicanas; más aún, del lugar primero al sexto se van seguiditas Celaya, Tijuana, Cd. Juárez, Irapuato y Ensenada. Luego aparece San Luis, Missouri, USA, y enseguida Uruapan, Michoacán; cierran la lista Feira De Santana, Brasil, y Cd. Del Cabo, Sudafrica.

Más allá de los números de asesinatos, de por si verdaderamente alarmantes, ya hemos sabido como los intereses del crimen hay ido imponiendo candidaturas, bloqueando a los que no les placen y apoyando campañas desde hace años en México.

No podemos esperar que ahora sea diferente, cuando el gobierno federal es más amable y condescendiente con las bandas. Pues claro, no podría ser de otra forma, ya que desde sus campañas recibieron el apoyo de cárteles. Ahora tienen que pagar.

En este escenario parece aterradora la reforma que acaban de aprobar, con su mayoría arrasante, los legisladores morenistas, para otorgar un poder prácticamente absoluto al presidente, mediante la anulación de facultades al poder judicial para conceder amparos en contra de las autoridades.

Da lugar a pensar que en los últimos meses podrán perdonar a quien les de su gana o quien les convenga, sin que nadie los detenga, sean quienes sean, así hayan hecho el daño que fuera.

Y en cuanto a la economía, la realidad es contundente, el argumento de que el peso está muy sólido ante el dólar no sirve absolutamente de nada, cuando la carestía rampante devasta el poder adquisitivo y cada vez que vamos a comprar la despensa nos damos cuenta que todo sube constantemente. Nuestro dinerito cada vez vale menos, eso es indudable.

Y aun así, parece que millones de mexicanos, muchos de ellos los más ignorantes y los más pobres, se aferran a tener esperanza en un gobierno que ha llevado a México a tener el nivel más bajo de credibilidad en la historia; en un sistema en el que ganan siempre los mismos, en el que los ricos son cada vez menos en número y con mayor capital acumulado, en el que los pobres cada día son más y con menos recursos para subsistir, un gobierno que está provocando la desaparición de la clase media, de las oportunidades de superación.

El camino es claro, la ciudadanía habrá de decidir, y rápido, por donde caminar.