Por Luis SILVA GARCÍA
CD. JUÁREZ CHIH.- Llega el mes de mayo con su cauda de festejos, de la mayoría de los cuales tendríamos que opinar, si algún interés tenemos por nuestra sociedad, en este momento de franca crisis.
Arranca con el 1º de Mayo, Día de Trabajo, fecha internacional conmemorativa (que no festejo) de la cual muchos mexicanos hoy en día muestran no conocer su historia. En muchos lugares, como en Cd. Juárez, se suspendieron los tradicionales desfiles de trabajadores, porque la autoridad o no los permitió o no quiso prestar facilidades y protección por la veda electoral.
Ignoran, en su supina falta de educación general, que la fecha es una efeméride internacional, una tradición mundial, una expresión de los trabajadores para recordar la lucha por derechos y mejores condiciones laborales. No hay normas particulares de países sobre esta conmemoración, sino la admisión de causas que unen a todos los seres humanos en busca de la evolución, de la mejor convivencia.
El “Día Internacional del Trabajo” nada tiene que ver con los procesos electorales particulares de los países, que crean normas para su desarrollo, pero dichas reglas de ninguna manera pueden ser superiores y represoras de los principios universales de los seres humanos. El derecho de todos a tener un trabajo justo y sano es uno de estos principios establecidos por la humanidad, no por ningún gobierno y menos ningún partido político.
Luego, el 3 de Mayo, llega el Día Mundial de la Libertad de Prensa, proclamado por la UNESCO en 1991 con el propósito de promover la independencia y el pluralismo de los medios de comunicación, en un capítulo denominado La Comunicación al Servicio de la Humanidad, y en el contexto de la andanada de represión contra los medios que se vivía especialmente en África y algunos países de Europa en esos años.
La ONU y la UNESCO tuvieron el cuidado de establecer estos principios como aplicables a todos los países. Y entonces corresponde revisar como andarán la independencia y el pluralismo de los medios de comunicación hoy en nuestro país.
La realidad es que en dicho terreno en México hemos ido en franco retroceso. Partamos solamente de la época de la simulación, la del “Cuerno de la Abundancia”, la de cuando nuestra patria, decían, estaba a punto de pasar del tercer al primer mundo de golpe, pues tenía recursos y, también decían, gobierno democrático. Digamos de los años 1950s a los 1970s, por ahí.
Por entonces y no se hablaba en México de la represión a los periodistas. Aunque en Sudamérica los regímenes militares eran repudiados por asesinar periodistas independientes, en México no sucedía así, y no porque nuestro periodismo fuera independiente y plural, no, la triste realidad es que en México el poder no tenía que asesinar periodistas, para qué, si a la mayoría de ellos los tenía comprados, estaban en las nóminas oficiales, recibían “chayote”, gozaban de beneficios, a muchos periódicos se le regalaba el papel (producido por empresa paraestatal en exclusiva) o se les perdonaban impuestos. La mayoría, grandes y pequeños, bailaban en un círculo de corrupción y nadie cuestionaba.
Las prácticas de corrupción se habían “naturalizado” en nuestra sociedad y el ejercicio del periodismo no era excepción. Gente abusona se acercaba a los medios de comunicación a pedir trabajo y decía a los encargados: “a mí no me asignes salario, solamente dame una credencial de prensa y con eso tengo”. Como también me tocó escuchar a una dueña de periódicos mexicana decir: “sé que no pago bueno salarios, pero no me importa de dónde agarren dinero mis reporteros, yo les doy su gafete y ellos sabrán de dónde pepenan”. Confesiones de culpa que, no obstante, sonaban “naturales”.
Fue hasta el asesinado de Manuel Buendía, el 30 de mayo de 1984, que los focos de alarma empezaron a encenderse, y de ahí en adelante hay una gráfica ascendente y acelerada en el conteo de muertes de periodistas, hasta llegar a ubicarse México, hoy en día, en los índices más elevados de riesgo en el ejercicio de la profesión. Y no es un dato menor que en estos mismos tiempos, paralelamente, el crimen organizado se ha fortalecido en México.
Los vientos de democracia que soplaban por todo el mundo, con la caída del Muro de Berlín, el derrumbe de la URSS, desmoronamiento de dictaduras en África y el cono sur, el surgimiento de iniciativas, normas y organizaciones para vigilar la transparencia y rendición de cuentas en los gobiernos, por citar unos casos, hacían que en México la alternancia en el poder se viera ya como una gran urgencia.
Por los años de 1980s al 2000, a la par de los embates del poder contra el periodismo independiente, hubo también quienes se esforzaron por tratar de mejorar las condiciones laborales en los medios de comunicación, combatir la corrupción y no tolerar “chayoteros”, y tratar de que la formación de los periodistas fuera mejor, sobre todo que hubiera facultades dónde poder estudiar periodismo, pues antes de eso prácticamente no había escuelas de esta especialidad.
Fuimos los propios periodistas interesados los que logamos, con el apoyo de la Fundación Manuel Buendía, que la Universidad Autónoma de Chihuahua tuviera, en los años 1980s, por única vez, la carrera de periodismo exclusiva para empleados de los medios de comunicación, que luego derivó, por fortuna, en una Carrera de Periodismo que hoy es permanente y abierta a quien deseé estudiar.
Por unos años, a la par de la alternancia del poder político en municipios, estados y luego a nivel federal, se logró un avance en el nivel académico y buenas prácticas entre los periodistas, así como organización gremial, búsqueda de preparación y mejores condiciones laborales.
Pero poco duró el gusto. En los últimos 20 años el deterioro en la práctica del periodismo, la falta de preparación, de calidad, de valores, de remuneración adecuada por el trabajo, de medios independientes y pluralistas, es aterradora.
Y al mismo tiempo, o precisamente por esas condiciones, parece que quienes detentan el poder, sea político, económico o hasta el del crimen organizado, creen que los medios deben aplaudirles sus acciones, y si no lo hacen así, los consideran sus enemigos.
La tarea esencial del periodismo, aquella de ser el contrapeso de los poderes de la sociedad y ejercer una crítica y análisis permanente para evitar los abusos y excesos que afecten el bien común, ya parece quedar en el olvido.
Los medios de comunicación comúnmente tienen como sus principales ingresos los que genera la publicidad oficial, con acuerdos que incluyen proteccionismo a los gobernantes y poderosos. Así no puede haber independencia y pluralismo.
La continuidad de asesinatos en la sociedad mexicana es una realidad que ya no espanta a nadie, por desgracia, y en el caso del periodismo, de acuerdo a los datos de la organización internacional, independiente y apartidista, Articulo 19, los periodistas asesinados en México en posible relación con su labor, del año 2000 a la fecha, suman 164, y en el actual gobierno son 44.
La rendición de cuentas por parte de las esferas de gobierno es un tema que ya se ha convertido en argumento tipo telenovela y nadie lo toma con seriedad, los políticos se la pasan acusándose unos a otros, según su color, en un ambiente de antagonismo que no suma nada. Y los medios de comunicación son, en la mayor parte de las ocasiones, comparsa del poder.
No hay mucho que celebrar de Libertad de Prensa en México hoy en día, y sí mucho camino que recorrer para tener medios de comunicación independientes y plurales, como señalan los acuerdos internacionales, signados por los integrantes de las organizaciones, entre los que figura nuestro país. Estamos muy, pero muy lejos, de tener una comunicación al servicio de la humanidad. Ojalá un día caminemos por esos rumbos.