De hormigas, cucarachas y grillos

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Por Luis SILVA GARCÍA

CD. JUÁREZ CHIH.- La hormiga, por odio a la cucaracha, votó por el insecticida. Murieron todos, hasta el grillo que se abstuvo…

El anterior es un retablo que el politólogo José Antonio Crespo reprodujo hace días en sus cuentas. Tengo aprecio por Crespo porque en los años 1990s un día marcó por teléfono al periódico que yo dirigía en la frontera y me dijo, aún sin conocernos:

  • Oiga, yo tengo que escribir en ese periódico.
  • Pero ¿de dónde su interés por este periódico de provincia?.
  • Porque es el único donde publican al mismo tiempo los articulistas de Reforma y los de La Jornada.
  • Pero nosotros no pagamos por los artículos, solamente una cantidad simbólica, no tenemos recursos.
  • No importa, no escribimos por dinero, lo hacemos para difundir nuestros pensamientos y debo estar ahí donde están los articulistas plurales e independientes de México.

Y así fue, José Antonio publicó sus artículos en el periódico que yo dirigí en la frontera hasta que me fui en el año 2000. Publicábamos a los articulistas de Reforma gracias al apoyo de Lázaro Ríos, quien fue Director General Editorial de El Norte de Monterrey y Grupo Reforma por muchos años; y los de La Jornada gracias a que aún conservaba amigos ahí desde que fui (y sigo siendo) miembro del grupo fundador de ese periódico (me he distanciado de La Jornada desde que se fue convirtiendo prácticamente en el “órgano oficial” primero del PRD y luego de Morena; en eso nunca estaré de acuerdo con ningún medio y para ninguna ideología).

El caso es que la frase inicial pinta con colores y claridad lo que nos está sucediendo en el país, particularmente en el ámbito electoral, reflejo claro de lo que sucede en las diversas esferas de nuestra sociedad.

Se habla de un “fraude de estado”, y yo creo que si es así, pero el caso no es tan simple como la jornada del 2 de junio y sus campañas antecesoras, ni siquiera aún de los seis años del “amloato”, no, este fraude se ha venido conformando desde muchos años antes, acaso desde el sexenio de Miguel Alemán Valdés hasta nuestros días.

El México de hoy, con sus momentos de brillo y sus pantanos oscurantistas, tiene un hilo conductor posrevolucionario en el que los “ganones de la película”, los que han recibido y siguen recibiendo los grandes beneficios, son los mismos de siempre.

Colores van y colores vienen, las masas se desgarran las vestiduras en defensa de una u otra corriente, en pos de la democracia, otras veces hasta con armas en las manos en busca de justicia, muchas más luchando y exponiendo en las calles en manifestaciones, pero los que sacan ventaja son los mismos.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, desde 1946 en que tomó posesión Alemán con la bandera tricolor en su pecho, el esquema del sistema mexicano es el mismo, sea cual fuere el mandatario y su partido o corrientes ideológicas.

En México los que se han enriquecido son los mismos, familiares y amigos, un grupo en el poder, cada vez con más riqueza acumulada en menos manos  y cada vez el país con una población creciente, con más y más pobres con menos recursos, con menos educación y gran miseria. Esa es la realidad de México.

La fórmula es clara: a más ignorancia y miseria, mayor control de la población y mayor comodidad y ventajas para ese grupo de poderosos que son los mexicanos que si tienen recursos, y en grandes cantidades, hasta el grado de competir con ricos de las sociedades del primer mundo.

Dese hace años me ha llamado la atención que, siendo México un país con la mitad de su población en pobreza, y una tercera parte en miseria, es decir, millones de personas que no saben qué van a comer el día de hoy ¿como es que nuestro país presume de tener uno o varios de los personajes más ricos del mundo?

Y varios me han dicho: “pues es que se han puesto a trabajar y han logrado el éxito”. Créanme, he conocido a muchas, muchísimas personas que se han cansado de trabajar toda su vida sin parar en nuestro México y, no obstante, no han tenido seguridad y recursos para vivir sus últimos días. Esto es injusticia, ni más ni menos.

Y en nuestro sistema la mayor parte de las familias ricas (analicen los casos de sus poblaciones) han acumulado recursos gracias a favores obtenidos del gobierno o a operaciones ilegales con enormes ventajas, como las de la época de la restricción de alcohol en Estados Unidos que, con el contrabando, “forjó” varios apellidos, ahora de “alcurnia”, en las poblaciones fronterizas del norte de México.

¿Qué sería de Carlos Slim sin los contratos enormemente ventajosos que le otorgó Carlos Salinas de Gortari en la privatización de Telmex, que luego lo llevó a ser el zar de las telecomunicaciones en América Latina y uno de los hombres más ricos del mundo?

O también ¿que sería de Ricardo Salinas Pliego si el Gobierno Mexicano no le hubiera otorgado, con enormes prebendas, la concesión de la cadena de televisión pública para que erigiera la cadena privada que hoy es TV Azteca?

Ambos eran empresarios con riqueza, que nacieron en pañales de seda (y claro que no es así el caso de la mayoría de los mexicanos), pero los beneficios de recursos públicos que obtuvieron del gobierno Mexicano (ese que dicen que está para beneficio de todos) los llevó a competir a “ligas mayores” y a acumular un poder económico-político que los ha hecho cada vez más potentados, a ellos y a los hijos de sus hijos, por las generaciones que se quiera usted imaginar.

Mas que de un mérito, estas familias poderosas se han formado de circunstancias, de amistades y de beneficios para los que integran un cerrado círculo al que la mayoría de la población nunca va a tener acceso. Esto suena a porfiriato, si, pero al menos Porfirio Díaz promovió el desarrollo, ahora nuestros indicadores no parecen avanzar.

El fraude que llevó a reprimir la manifestación de voto de millones de personas el 2 de junio si se trató de manipulación de números, resultados y tecnología, con el afán de demostrar que el actual gobierno “rifa y controla”, es una demostración de poder.

Pero antes aún, desde muchos años antes, se ha venido trabajando en un convencimiento o engaño para que esa gente que tiene poco, o nada, y que además no ha tenido educación, (ninguna, o la poca que ha tenido de muy bajo nivel), crea en el sistema, vote y lo prolongue en México.

El reparto de “ayudas” es sistemático y mucha gente lo agradece como si fuera una dádiva, e ignoran que no se trata más que de la obligación que los gobernantes tienen para llevar recursos a los gobernados, y que es el dinero de todos, producto del trabajo de todos y de los impuestos.

La propaganda ha hecho efecto y a mucha gente no parece importarle que los servicios de salud se desplomen, que grandes capas de la población sean analfabetas funcionales (aunque hayan pasado por la universidad), que los productos alimenticios suban de precio cada semana, que las obras de infraestructura se deterioren, no importa, mientras llegue un dinerito a la cuenta parecen sentirse felices. Y argumentan: “pero lo otros gobiernos no repartían nada”, cierto; pero tampoco el grado de deterioro de los indicadores era tan alarmante como ahora.

El argumento de telenovela que ha manejado el gobierno actual ha prendido entre las mayorías y es lo más propicio para que los poderes actuales sigan cosechando sus beneficios sin que la población se alarme.

La línea ha sido la misma desde hace unos 80 años: seguir acumulando beneficios y mantener contentas a las mayorías, pan y circo, decían los emperadores romanos. Hoy el pan son los programas sociales y el circo es el que se hace todas mañanas en Palacio Nacional, donde se lanza una noticia o pronunciamiento de escándalo, no importa de cual tema, pero se mantiene entretenido al “populo”, mientras se opera lo verdaderamente importante, como un resultado electoral, o las iniciativas para poner a su modo la Constitución.

Por eso insisto: Los gobiernos han sido de uno u otro color, pero los que han sacado grandes beneficios son los mismos, y les conviene que esto se mantenga así.

Desde hace más de 30 años apareció en el panorama un elemento adicional, que es el crimen organizado, el cual ha operado y colaborado en los procesos electorales, ya sea repartiendo recursos o amenazando a la población para influir en los resultados.

Desde el asesinato del candidato priísta Colosio, en 1993, quedó claro que los poderes económicos y políticos (ya un grupo de beneficiarios) no iban a permitir que algo se les saliera de control. Mientras puedan contener las fuerzas que atenten contra esa línea de poder que existe desde hace décadas, lo harán con los aliados que convengan, como ahora son las bandas narcotraficantes.

Se habla del neoliberalismo y realmente así podemos llamarle a este esquema que tanto daño a hecho a los mexicanos, pues es el que ha llevado a acumular riqueza en menos manos, pero Amlo lo critica como su enemigo, cuando su gobierno y él personalmente son producto y parte de este mismo neoliberalismo, pues resulta uno de los grandes beneficiarios y ahora él y su familia se montaron en el grupo de los “ganones”.

Por eso es que no convenía que la población inconforme se manifestara con claridad en la elección pasada y por ello se maniobró con todos los recursos para sofocar el intento de insurrección pacífica contra el actual gobierno, echando encima apabullantes números sobre los argumentos y el sentir de un sector de la población.

¿Por cuantos votos habrá ganado Claudia Sheinbaum la Presidencia? Tal vez nuca vayamos a saberlo, pues el afán de mostrar poder absoluto llevó a exagerar las medidas para que nada se saliera de control.

Y más que la Presidencia, que seguramente tenían bien calculado un posible triunfo, la alharaca se hizo para tender la cortina de humo y asegurar la mayoría calificada en el Congreso Federal, para aplicar las modificaciones constitucionales y mostrar un poder dictatorial.

Pues ya el escandalo se hizo mayúsculo y habrá que ver si logran todos sus propósitos, o si la contienda política se convierte en un pasito hacia el despertar auténticamente democrático de nuestro país, que en algún momento tendrá que darse, aunque a los poderes no les guste.