Verde, muy verde

0
139

Por Luis SILVA GARCÍA

CD. JUÁREZ .- Era 1984; veíamos con estupor cómo los ojos del mundo volteaban nuevamente hacia el meridiano 107 que cruza el estado de Chihuahua.

Así como el año anterior los periodistas llegaron por decenas para documentar la alternancia política, en noviembre del 84 el tema era otro, el narcotráfico, que por desgracia marcaría a la región como un estigma por los siguientes años y décadas.

Por entonces un artista, protagonista de westerns hollywoodenes y luego líder sindical, ocupaba la presidencia de los Estados Unidos: Ronald Reagan; e invitó a un amigo, John Gavin, para ser el embajador de Estados Unidos en México.

Gavin era otro artista de la Meca del Cine y también líder sindical de los artistas, a quien los mexicanos recuerdan más por su aparición en los comerciales de Ron Bacardí, bajo el lema de “La prueba del añejo”.

John Gavin llegó a Chihuahua para visitar al gobernador Oscar Ornelas Küchle en septiembre de ese año y cuando, en la antesala de la oficina oficial los periodistas le preguntamos ¿cómo ve a Chihuahua? El diplomático dijo: “pues desde allá arriba (desde el avión del que hacia unos minutos había descendido) Chihuahua se ve muy, muy verde”.

La frase no solamente desató la risa de periodistas y acompañantes, sino que se hizo casi célebre. Nunca nadie aclaró si lo de “muy, muy verde” se refería a que la agricultura pasaba por buen momento debido a que el verano, que casi terminaba, había aportado abundantes lluvias, o tal vez era una presunción del embajador, quien sabía ya cómo había florecido el negocio marihuanero de Rafael Caro Quintero en varias partes del estado, al cual le darían el gran golpe en el siguiente mes de noviembre; y este fue, con toda seguridad, un tema que trató con el gobernador Ornelas, aunque en ese momento, ni uno ni otro, dijeron ni pío.

De cualquier manera a esas alturas ya era “vox populi” que la marihuana que se cultivaba en la región, y mucha más que se trasladaba de otras regiones del país, se procesada en las plantas de Caro Quintero en Chihuahua (se secaba, compactaba y empaquetaba) y de ahí se “exportaba” a los Estados Unidos, para aprovechar el gran corredor central que conforman los estados del norte de México y los del centro-sur de Estados Unidos, desde donde se surte a los grandes mercados de las urbes del Este y Oeste de la Unión Americana, sin hacer mucho escándalo, como sucede hasta hoy en día y que ha sido el gran éxito de  cárteles en la zona.

Después de esa representativa visita del gobierno estadounidense a Chihuahua los hechos derivaron en el histórico decomiso de la inimaginable cantidad de 12 mil toneladas de marihuana, misma que era procesada por más de siete mil personas que habían reclutado, con engaños, en otras partes del país (principalmente en Sinaloa), y trabajaban en los enormes campamentos que se instalaron para este negocio, principalmente en Búfalo, al sur del estado, y en Falomír, al Oeste; pero no fueron los únicos casos.

El negocio de ese líder del narco en México había crecido con el contubernio de círculos oficiales, principalmente policiacos; no pudo ser de otra manera; y llegó a su fin cuando se dio la presión del gobierno de los Estados Unidos. Describo enseguida una anécdota, como ejemplo de lo que pasó entonces en Chihuahua.

Estábamos en el lobby del hotel Palacio del Sol en la ciudad de Chihuahua. Ese escándalo internacional ya se había desatado porque aparecieron las enormes cantidades de droga en el Rancho Búfalo, ahí donde se había asentado una enorme maquila de ese negocio del narcotráfico.

Después de ir y venir unos 200 kilómetros de la Ciudad de Chihuahua a Búfalo, como lo hicimos diariamente por unas dos semanas, periodistas, policías, mandos del Ejército y funcionarios de gobierno, coincidíamos por las noches en el hotel, como coincidíamos por igual en las acciones en Búfalo durante el día.

En esta ocasión estaba platicando y tomando un trago con el vocero de la PGR, Eduardo Andrade -aquél ex comentarista deportivo de TV que luego incursionó en la política- y un alto mando de la entonces Policía Federal de Caminos, quien había ido de la Ciudad de México a Chihuahua por el hallazgo.

Claro, los comentarios eran acerca del asombro por la gran cantidad de marihuana que se concentraba en la zona y todo el operativo para luego mandarla de contrabando a Estados Unidos.

Sobre eso se charlaba cuando se apareció el comandante encargado de la zona carretera que une Torreón, Coahuila, con Jiménez, Chihuahua, donde está el entronque para ir a Búfalo.

El mando de la PJF le dijo al comandante de la zona: “Lo que no entiendo es como pudieron ustedes ser tan pendejos como para no darse cuenta que durante meses estuvieron pasando camiones cargados de marihuana por las carretas que les toca patrullar”.

Y el comandante le contestó: “No jefe, ni somos pendejos ni estamos ciegos, claro que nos dimos cuenta que los camiones venían cargados de marihuana, pero qué quería usted que hiciéramos, si los convoy siempre venían escoltados con un vehículo adelante y otro atrás de la Dirección Federal de Seguridad; ya ve usted que con esos no nos metemos porque si los enfrentamos lo menos que perdemos es el trabajo, si no es que hasta la vida”.

La charla regresó de inmediato a temas inofensivos y continuó en camaradería; confieso que yo estaba anonadado ante la revelación del tránsito impune de droga. Ni hablar, el caso no tenía remedio.

(Nota: La hoy desaparecida Dirección Federal de Seguridad, DFS, fue la corporación reconocida como brazo armado de la Secretaría de Gobernación, a la cual se adjudican tanto represiones de tipo político, como que muchos de sus mandos se involucraron en el narcotráfico).