Por Luis SILVA GARCÍA
CD. JUÁREZ CHIH.- En tres ocasiones me lo dijo: Aquí no está la noticia, vaya allá con los de azul. Era el mes de junio de 1983 y las campañas políticas en el estado de Chihuahua ya iban en su recta final para las elecciones del domingo 3 de julio.
El candidato a la presidencia municipal de Chihuahua por el PRI era Luis Fuentes Molinar, Don Luis, le decían todos, ya entrado en años y con experiencia de haber sido alcalde de la capital y diputado, además de la fama de periodista, que más era por su padre, Luis Fuentes Saucedo, fundador y forjador del periódico Norte en los años 1940s en Chihuahua, que tuvo muy buena fama y muy buenos años.
Traté con Don Luis cuando fue director editorial de Novedades de Chihuahua en 1982 y yo era jefe de información. Entonces intentó reclutarme, sin éxito, en la corriente periodística en que él militó: la de sacar ventaja desde el “4º Poder”, llevarla bien con las autoridades y encumbrados y obtener beneficios de ellos. Nunca pudo convencerme y así me gane su respeto y confianza como periodista. Don Luis dejó Novedades cuando fue designado candidato a la alcaldía, pero ya conservábamos un trato constante.
El mitin de cierre de campaña del candidato priísta se organizó con un templete ubicado en la calle Victoria, que cerraba con su parte trasera el acceso a la Avenida Independencia, de manera que la gente se tendría que acomodar a lo largo de la Victoria hacia el Palacio de Gobierno, una calle muy angosta, para que se extendiera la concurrencia y pareciera más gente de la que realmente era. Pero ese día ni con ese truco alcanzaron a llenar los espacios.
El dirigente nacional del partido llegó de la Cd. De México; era un personaje gris que había sido gobernador de Hidalgo, Adolfo Lugo Verduzco; gris pintaba también esa campaña, aunque muchos priistas estaban muy confiados, eran el partido hegemónico que nunca perdía y pensaban que así seguiría siendo.
Coincidí con el candidato al subir la escalera de madera del templete (todos los periodistas subíamos para tomar nuestras notas de primera mano) y ahí fue cuando me dijo Don Luis: “Luisito (así me decía siempre), anda usted equivocado, la noticia no está aquí, está allá en la Avenida Ocampo. (Se refería a las oficinas del PAN, en la Ocampo y Jiménez)”.
En meses anteriores conviví cercanamente con este personaje pues, aún como directivo del periódico, convaleció de un padecimiento y diariamente acudía a su casa, en la Colonia San Felipe, para la reunión en la que se decidía lo que se iría a publicar en la edición del siguiente día (mesa de redacción, se le llamaba). Ahí lo conocí más de cerca y se dio mayor confianza entre nosotros.
En aquella tarde del mitin de la campaña comprobé que el candidato no compartía el optimismo de sus correligionarios partidistas y además me pareció que había perdido la ilusión, que antes manifestó, para ocupar nuevamente puestos políticos.
Don Luis presentía que había riesgo de perder la elección y no creía que la situación, al menos en Chihuahua, fuera tan cómoda para el priismo como en todo el país parecían creer. Y tenía toda la razón.
La mañana del 4 de julio de 1983 la nación amaneció con la inesperada noticia de que, por primera vez desde la postrevolución y en la historia del hegemonismo tricolor, desde Obregón hasta Miguel de la Madrid, el PRI perdía de golpe los principales municipios de un estado, en este caso Chihuahua, donde el PAN pasó a gobernar al 70 por ciento de la población por el trienio. La alternancia estaba llegando a México y otra vez un cambio se daba primero por el Norte del país.
El día 3 en la tarde, cuando llegué al periódico a ver como se desarrollaba la contienda y me encontré con la sorpresa de que había mucha participación en las casillas, como nunca (hubo casillas que cerraron hasta el miércoles siguiente porque la fila no cesaba), y otros indicios de que los rebeldes del norte se estaban sublevando al régimen, lo primero que hice fue ir a casa de Don Luis, a ver como andaba el agua.
Lo encontré fumando en su escritorio, es esa gigantesca sala que había mandado construir en su casa, tan grande que albergaba un árbol de unos siete metros de alto en su interior (ahí estaba anteriormente ese árbol y construyeron de manera que los conservaron, íntegro, en el centro de la sala).
Fue entonces que me dijo por segunda vez: “Que anda haciendo aquí Luisito, ni pierda su tiempo, ya le dije que la noticia está con los del PAN”. Me di cuenta en ese momento, por los datos que compartimos, que las tendencias, ya casi para el cierre de casillas, no le eran nada favorables. No existían los esquemas de comunicación y tecnología que permiten conocer los resultados casi inmediatamente hoy en día en las elecciones, pero si había manera de allegarse datos y poder prever cual era la realidad. Y Don Luis me pidió algunas ideas para preparar su mensaje de reconocimiento de la derrota electoral. Con gusto le dije lo que creía útil para él en ese momento, pues aunque no coincidíamos en muchos aspectos de la visión periodística y política, había mucho respeto, confianza y hasta buena amistad entre nosotros.
Regresé al periódico Novedades para continuar con las labores de la edición del día 4, que en realidad fue histórica, por la noticia de las estrepitosas cuan sorpresivas derrotas del PRI en los municipios.
Al fin de cuentas los ganadores del PAN que desbancaron al PRI en Chihuahua fueron: Francisco Barrio en Juárez, Luis H. Álvarez en Chihuahua, Horacio González de las Casas en Delicias, Carlos Aguilar Camargo en Camargo, Gustavo Villarreal Posada en Parral, Senobio Maesse Martínez en Casas Grandes y Sergio Mata Laso en Meoqui; además de que un candidato que siempre fue aliado de los panistas contra el PRI, Humberto Ramos Molina, ganó por el PST en Cuauhtémoc. También el PRI perdió en el municipio de Ignacio Zaragoza ante el candidato del PSUM Cuauhtémoc Flores.
Una vez terminada la edición, ya en la madrugada del día 4, pesé nuevamente a ver a Don Luis en su casa, pues seguíamos en contacto telefónico constante ante las sorpresivas noticias de la alternancia política.
A esas alturas el candidato seguía con su permanente cigarrillo encendido, aunque ahora aderezado con un vaso de whisky escocés con hielo, a lo no me hice del rogar para hacerle segunda.
Ya tenía listo su mensaje para, a primera hora del lunes, reconocer el triunfo de Luis H. Álvarez, pues sabía que le había doblado en el número de votos, pero recibió no una, sino varias llamadas telefónicas desde la Secretaría de Gobernación en la Ciudad de México, de donde le pedían que se sostuviera con un mensaje de ganador, pese a los resultados.
En un momento fue personalmente el Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, el que le llamó y le dijo: “sostente como triunfador, de acá te vamos a hacer fuerte y los resultados van a ajustarse para mañana, tú solamente anuncia que ganaste”.
Pero Don Luis Fuentes Molinar le contestó: “No puedo hacer eso, estamos perdiendo por mucho y la gente aquí lo sabe, si hago lo que me piden voy a tener a todo Chihuahua en mi contra, y para ustedes es fácil instruirme que lo haga, pero no están aquí, no viven, aquí, no tienen a su familia aquí; yo tengo que cuidar mi imagen aquí, así que voy a reconocer la derrota”.
Esa madrugada quedamos para vernos, en unas horas mas, en la rueda de prensa en la que reconoció su derrota. Al despedirnos me dijo nuevamente: Ve Luisito, le vengo diciendo que la nota no estaba aquí, sino allá con los azules.
Don Luis vivió el resto de sus días un tanto alejado de la política (falleció en 2017) y gozó del reconocimiento de los chihuahuenses por haber admitido su derrota en 1983.
De la forma en que lo conocí no me extrañó su decisión, pues era una persona que siempre ponía por encima de todo sus intereses personales, y en el caso no le importó que su partido y los jerarcas de su sistema le quisieran obligar a hacer algo que le iba afectar en su figura. No le importaba más que cuidar su imagen. Y vaya que lo logró.