Vida de fotógrafo

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Por Luis SILVA GARCÍA 

“Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje”: Henry Cartier-Bresson.

CD. JUÁREZ CHIH.- El fotógrafo de periódico, aún veintiañero, ya tenía su lugar ganado entre los reporteros gráficos de la frontera. Ese bonito día de verano, a fines del siglo XX, recibió la asignación para cubrir un festival aéreo en El Paso, Tx.

Y con su optimismo característico marchó a cruzar el puente internacional para ir a la base aérea militar donde se realizaban las acrobacias y todos los festejos de día de feria de los aviones.

Cubrir este tipo de eventos –cuyo material se utilizaba para las paginas de espectáculos y de sociales– generalmente era menospreciado por aquellos que se decían “fotógrafos de noticia” y que solo aceptaban tomar la foto para la nota de información general, o hasta la policiaca o deportes, y ni se diga la política (que porque daba prestigio ¿o les daba también algún dinero extra?), pero a tomar sociales y espectáculos se le hacía el feo.

Como describo que la actitud de este fotógrafo era positiva, siempre dispuesto a cualquier trabajo que se le encargara, pues fue con muchas ganas y el trabajo de esta ocasión resultó una experiencia inolvidable.

Tomar fotografías en exterior, a campo abierto, con luz de sol esplendorosa y con el movimiento de naves aéreas coloridas, más todo el ambiente de feria, se convirtió en un escenario privilegiado para el fotógrafo que sabe distinguir las condiciones para imprimir su placa, para dar el clic en el momento adecuado, ese que solamente el ojo de un buen fotógrafo ve y que para todos los demás presentes pasa desapercibido.

Las horas pasaron y ni cuenta se daba, pues la adrenalina y velocidad del espectáculo, con aviones subiendo y bajando en acrobacias constantes, lo llevó a concentrase en las posibles imágenes y no en otra cosa alrededor, hasta que alguien le ofreció subir a una de las avionetas para hacer tomas aéreas.

Y ahí va con su robusta humanidad hacia las alturas, en un movimiento que se describe como la montaña rusa, pero hasta miles de metros de altura y sin más soporte que el motor del avioncito y la habilidad del piloto.

Subidas y bajadas repentinas, movimientos inversos con la nave llantas hacia arriba, picados desde arriba casi hasta el suelo y luego otra vez a subir, pero siempre a la vista un espectáculo extraordinario, de tierra y cielo, de montañas y el rio, de las ciudades en un aparente hormiguero, de otras naves igualmente flotando en el espacio. Todo ello lo captó el fotógrafo con su cámara y lo contuvo en imágenes para siempre.

Pues la experiencia fue única, pero al rato toco tierra, aterrizar en la realidad.

–Oye, que bueno que ya bajaste, desde hace rato te andan hablando por teléfono. Le dijo uno de los encargados.

La voz al otro lado de la línea le resultó inquietante: –Dice el director que te vengas de inmediato para el periódico.

Chin -pensó el fotógrafo-, se me hace que ya cayó bronca, pues me mandaron a cubrir esto desde la mañana y ya se me fue el día.

Había transcurrido el tiempo y ni lo había notado; así sucede cuando se hace una tarea que se disfruta al máximo, es el trabajo que a uno le gusta, y entonces el tiempo se convierte en secundario.

Pues a regresar en sentido inverso, a cruzar el río que es la frontera entre dos países, para llegar hasta las oficinas del periódico; y mientras avanzaba en el recorrido su aprehensión se hacía mayor, le iba invadiendo el temor, ya notaba los latidos de su corazón y sus pensamientos le alarmaban: “Se me hace que me van a correr, todo el día en este evento y me están buscando; si, no puede ser mas que para correrme; ni modo, si es así de todas maneras lo bailado ya nadie me lo quita” pensó ya hasta con resignación.

Llegó al edificio del periódico y el director lo recibió con el saludo normal y desparpajado de siempre, ese que revelaba la confianza mutua que existía ya entre ellos a fuerza de trabajo y coincidencia de principios, que los había.

El fotógrafo se llevó la gran sorpresa cuando no solamente no lo reprendió, ni mucho menos lo corrió, sino que le informó: Fíjate que te mandé llamar porque ha renunciado el jefe de fotógrafos y he decidido que el nuevo jefe seas tú ¿cómo ves, aceptas?

De golpe, así como sentía las subidas y bajadas en la avioneta hacia unas horas, le regresó el alma al cuerpo. ¡Claro que aceptaba! Y ahora, más tranquilo, se sentía enormemente satisfecho porque este nombramiento era un reconocimiento a su disciplina, disponibilidad, calidad en su fotografía y sentido de trabajo en equipo, que siempre le ha distinguido.

Algún día se había querido ir a un trabajo más relacionado con la academia, que siempre le llamó la atención, y este mismo director le había convencido de que no se fuera, y le había doblado el salario. Muchas situaciones vividas en el periodismo, en su trabajo como fotógrafo, le iban forjando como hombre de bien, reconocido y respetado, por amigos y colegas, y ahora este nombramiento era un peldaño importante que escalaba.

Pero llegar aquí no había sido fácil; ya desde chico le llamó la atención la fotografía y por eso estudió Comunicación, pero cuando su familia se fue a vivir a otra ciudad tuvo que quedarse solo para seguir en la universidad, y no es lo mismo vivir en casa familiar que rifársela solo; vinieron los tiempos de “estudiambre”, cuando a veces había para comer y a veces no.

Pero más que las limitaciones económicas le pesaban las injusticias que se vivían en la sociedad, el desprecio que mostraban aquellos que se sentían de un nivel intelectual superior y formaban sus sectas y grupos de “iluminados” para hacer menos a los estudiantes comunes, ignorando la situación personal que cada quien pasa para llegar a una meta.

Y con el paso de los años compañeros periodistas iban y venían de un trabajo a otro de acuerdo a las ofertas de salario; pero este fotógrafo permaneció con convicción y vocación en su trabajo hasta que un día el periódico cerró sus puertas.

Quedó el fotógrafo con la satisfacción indescriptible de la misión cumplida, pero ya para entonces había acumulado innumerables vivencias de las que había aprendido y también pudo desarrollar su inquietud académica, pues se integró a varios trabajos en la universidad y terminó siendo maestro de fotografía, compartiendo esa pasión, esa vocación y todas esas experiencias acumuladas con el paso de los años, trabajando en lo que le gusta y le hace feliz.

¿Dónde quedarían aquellos estudiantes y supuestos colegas que se daban la ínfulas de ser superiores y que decían tener “más inteligencia” y despreciaban a la gente hasta por su apariencia?, quien sabe, ni importa; lo que la vida de de este fotógrafo demuestra sin lugar a dudas (cada día “picando piedra” siempre hacia una meta positiva por un mundo mejor) es que lo que más importa es el ser humano, ni lo que dice, ni siquiera lo que hace, sino el ser humano por si mismo, no más.

Y las vivencias de este practicante de la fotografía periodística son innumerables y a veces hasta increíbles, pero siempre dignas de aprender de ellas algo, como las de muchos otros colegas reporteros y fotógrafos.

La fotografía le ha llevado a conocer lugares, vivir situaciones y tratar con personajes que, sin este oficio nunca habría siquiera imaginado.

Ahora por ahí anda, 30 años después, repartiendo su sabiduría, su experiencia, su bonhomía y hasta su felicidad en clases con sus alumnos, en conferencias con el auditorio o simplemente conviviendo. Larga vida para él.

Regresamos a los momentos en que el fotógrafo estaba haciendo cobertura de eventos, allá por los mismo años 1990s, y le tocó reportear un conflicto entre militantes del partido PRI con contrincantes del Comité de Defensa Popular.

Era la crónica de un conflicto anunciado, pues ambos grupos de colonos disputaban terrenos y habían advertido que ese día, a esa hora, iban a enfrentarse y eran de armas tomar, de manera que los periodistas se aprontaron para tomar la nota.

El fotógrafo estaba ahí acompañado del colega del periódico que era su competencia, pues, como es costumbre, los periodistas trabajan en conjunto y en muchos casos son grandes amigos, independientemente del medio para el que laboren.

En un momento su compañero cambió de turno y llegó otro a suplirlo y ya para esto se pensaba que la balacera anunciada no pasaría de amagos entre los dos frentes. El que llegó a la suplencia resultó un amigo muy cercano del fotógrafo y de inmediato vino contento a saludarlo de mano, cuando en ese instante se empiezan a oír balazos y todo mundo pecho tierra.

Los fotógrafos se estaban saludando de frente, con las manos extendidas, cuando se percataron que por el espacio que quedó entre ellos, a la altura de su pecho, pasó una bala. Sintieron el aire que genera la velocidad del proyectil y el fuerte zumbido.

–Que bueno que no se te ocurrió saludarme de abrazo, como siempre, porque esa bala le hubiera dado a uno de nosotros, o hasta a los dos nos hubiera atravesado. Dijo el fotógrafo.

Y explicó: “Yo considero que ese día volvimos a nacer juntos y por eso ese fotógrafo es mi hermano”.

Y en realidad en tu oficio, si lo haces con pasión, cada día vuelves a nacer.