“Los mayores problemas que enfrenta la democracia son la ignorancia y la miseria, sus peores enemigos: no es posible la democracia sin ciudadanos capaces de entender y valerse de sus instituciones, derechos y obligaciones” Fernando Savater
Por Luis SILVA GARCÍA
CD. JUÁREZ CHIH.- Lo que se ha llamado Democracia Mexicana en realidad no ha dado grandes resultados en más de 100 años, desde la Revolución, pues la época de enconada lucha y desgaste no se apaciguó hasta después de 1930, con aquello de la Guerra Cristera, que no fue más que un prolongamiento de enfrentamiento entre fuerzas conservadoras y liberales, entonces denominadas en México como Iglesia Católica y Gobierno Federal.
Luego vino la formación del partido en el gobierno (PNR y luego PRI) y un momento de iniciativas interesantes en la época del boom liberal, reflejada aquí con Tata Lázaro, pero rápido llegó la Segunda Guerra Mundial y la economía, sociología y política internacionales, fueron trastocadas por el conflicto entre naciones.
Enseguida se empezó a afianzar en México el neoliberalismo capitalista, que es el que reina hasta hoy en día, y es el marco en el cual se han desarrollado las instituciones nacionales, así como la conformación de capitales y grupos poderosos, que son los que han detentado el poder en México durante décadas, independientemente de colores y filias partidistas o ideológicas, hasta el día de hoy y pareciera que por los siglos de los siglos…
Vino una época en que se formó una expectativa de bonanza y crecimiento, pero rápido el gozo se fue al pozo entre devaluaciones, quiebras públicas, endeudamiento desmesurado, dispendio y desprestigio de la actuación de la clase gobernante, aderezada con un ingrediente que, tristemente, casi se convierte en definición de lo mexicano: la corrupción.
En todo este período persiste un denominador común: educación muy deficiente y pobreza creciente, cuyo resultado es una democracia endeble.
En México en algún momento se presumieron los avances en alfabetización, solamente que no consideraron que con las campañas se enseñó a la gente a leer y escribir, pero nunca se les entrenó para razonar, que es lo que hace a los seres humanos diferentes de otras especies en el planeta que compartimos.
Los acontecimientos en nuestro país no pueden juzgarse al margen de estos datos (aunque Amlo diga siempre que él tiene otros…), pues es la realidad en la que llega el actual gobierno federal al poder (y continúa transitando felizmente en ella) y es el panorama en el que se dan los cambios y las iniciativas de ley.
Claro que, más allá de que una iniciativa pueda resultar benéfica o perjudicial, generalmente, en nuestro país, tienen un propósito de ganancia política para determinado partido, corriente o ideología, antes que para el bien de los mexicanos.
Así, el 5 de febrero 2024, el Presidente presentó una iniciativa de reforma judicial que incluye la designación de jueces y magistrados por elección popular, la cual generó amplio debate acerca de los propósitos, virtudes y riesgos del plan Amloista.
En todo el mundo muy escasos países cuentan con un sistema de elección popular en el poder judicial, como Estados Unidos, los cantones Suizos y Japón, que ciertamente son sociedades que cuentan con mayor estabilidad y madurez que la mexicana, ya que el nivel de calidad en la educación e índices económicos de esos países son a todas luces muy superiores a los de México. Nada que ver.
Y un caso punto y aparte es el intento fracasado de Bolivia por contar con jueces de elección popular, mismo que no salió adelante básicamente por dos causas: la muy escasa participación de los electores y el desacuerdo permanente en la fuerzas del Congreso.
Bolivia si es una sociedad muy equiparable a la nuestra, por las iniciativas totalitarias de fuerzas de izquierda cuando detentan el poder, por la debilidad económica y el alto nivel de pobreza, entre otros factores. El temor aquí es que México pueda transitar por un sendero igualmente de fracaso como el de los hermanos del cono sur.
Otro elemento a considerar es el elevado costo y la complejidad de la operación que se requiere para organizar unas elecciones de funcionarios judiciales en un país tan basto y variado como México ¿cómo dar a conocer los candidatos a los posibles electores? ¿cómo difundir los temas complicados sobre los que los jueces pueden actuar? para saber mínimamente el “quid” de lo que se esta votando.
El asunto es tan basto como educar a la ciudadanía, con el riesgo de que, si no hay un mínimo de entendimiento, se pueda terminar solamente en populismo judicial; y tal vez eso sea lo que la iniciativa pretenda.
Puede llegar a suceder que ha pasado con la credencial para votar, conocida por todos como “mi ine”, en un mote que ya de por si habla de la falta de conocimiento de un documento generado principalmente para el voto como derecho político de los ciudadanos.
Se invirtieron grandes presupuestos para logar una credencial como no hay en otros países, con fotografía del elector y altas medidas de seguridad, infalsificable. México ha presumido esto, pero no se dice que en realidad el documento funciona primordialmente como simple identificación y eventualmente para ejercer derechos políticos fundamentales. O tal vez se trata de tener los datos de los ciudadanos ahí registrados, quién sabe para qué fines.
Los funcionarios del poder judicial, magistrados y jueces, entre otros, tienen que ser especialistas formados sólidamente en la materia y deben contar con determinado perfil y experiencia que permita garantizar la impartición de la justicia de manera expedita, gratuita e imparcial, como señala el Articulo 17 de la Constitución.
¿Y como es que, en una proceso electoral popular, que se mueve más en el terreno de la propaganda y la fama, se va a logar salvaguardar estos derecho humanos? No parece fácil ni seguro que esto sucediera; más bien da lugar a pensar que, con algún propósito, se propiciaría evitar cumplir con este mandato constitucional.
Ante las decisiones de la Corte y de Jueces Federales que no han sido del agrado del Ejecutivo, otros especialistas opinan que la reforma judicial es una revancha para intentar meter en control al Poder Judicial, que es el que más se ha plantado de frente ante los embates del muy claro esquema absolutista del Presidente Amlo.
Pero el Poder Judicial no debe estar para agradar a nadie.
Cierto que el Poder Judicial tiene muchos defectos y se esperaría una reforma sana para mejorar aspectos como el nepotismo y hasta endogamia que, desde hace décadas han formado ghettos, grupos cerrados, que mediante la manipulación y cierre del sistema de concursos, y apoyados en el manejo sesgado del servicio profesional de carrera, no permiten que prácticamente nadie, que no sea pariente o amigo de los que están ya ahí, entre a trabajar en el Poder Judicial.
Claro que, por esto, el actual esquema no garantiza que se cuente con el personal más capaz y preparado para ejercer las funciones, sino que aquello se ha convertido en una especie de sindicato familiar, tal como pasa en otros ámbitos, como el deporte o el medio artístico, por citar algunos ambientes cerrados de nuestro querido México, que presume de democracia abierta y participativa, cuando distamos mucho de estas cualidades sustantivas.
¿La problemática de Poder Judicial se resuelve con esta iniciativa?: dicen los expertos que no. Son más fuertes los riesgos que los posibles avances, cuando se requiere cambiar muchísimas cosas más y de forma permanente, y no fijar el peso de los cambios en la elección popular de los jueces, que parece ser más una medida mediática que otra cosa.
La iniciativa no es la gran sacudida a la justicia que dice Amlo y no resuelve problemas de fondo que mejoren la calidad de la justicia, pero si genera peligro de que la impartición de la justicia sea parcial y quede en más al alcance de quienes, con recursos y poder, manejan la ley a su favor.
Toda sociedad y entidad de poder, para crecer sanamente, requiere de balances en su funcionamiento, por ello el Poder Judicial debe de transitar siempre hacia una mayor autonomía, antes que a una hegemonía con el ejecutivo y el legislativo, como se ha padecido en México, de facto.
A la luz de el fracaso en Bolivia, no podemos olvidar lo que pasó hace años en Colombia, cuando por elección popular llevaron al congreso a quien tenía más recursos y popularidad, el narcotraficante Pablo Escobar, y luego ya no sabían que hacer con sus amenazas en el poder. Una muestra de cómo entre ignorancia y desesperación, cualquiera puede llegar a ser electo. Así el riesgo.
En democracia, México no es aún una sociedad madura, estamos en pleno mestizaje, por no decir que somos aún unos enanos. Pero podemos llegar a crecer.