Por Luis SILVA GARCÍA
CD. JUÁREZ CHIH.- Como otros compañeros y compañeras escritoras que manifestamos nuestra opinión públicamente, yo también estoy triste y preocupado por lo que sucede en el país.
Estamos viviendo situaciones que pasan de la incertidumbre a la turbación, y todo relacionado con la actuación del Presidente saliente y su grupo gobernante, que se extiende por otros seis años, aunque muchos quieran promocionar que no es así, u otros se resistan a reconocerlo de buena fe –por una esperanza de que todo cambie y mejore. Pero no podemos llamarnos al engaño.
Sin ser especialistas en Derecho, solo con pensarle un poquito y analizar con sentido común, podremos entender los riesgos, ya que los hechos y el rumbo que toman los acontecimientos son muy claros con las reformas constitucionales aprobadas.
Lo que ha sucedido en días pasados en las cámaras del Congreso de la Unión, primero en la de diputados y luego en la de senadores, es una imposición del grupo mayoritario, el del gobierno, que uso su “aplanadora” para imponer las reformas que mandató AMLO, y se difundieron las escenas de los festejos entre risas y burlas a la oposición, derrotada por una mayoría de votos que no tiene claro sustento legal y menos claro soporte social, pues es producto de maniobras que se han sumado desde hace ya varios años, para lograr una mayoría que le permita al gobierno imponer sus reglas favorables en el juego, como de hecho esta sucediendo.
Los grotescos festejos de los diputados y senadores mayoritarios en las cámaras tienen similares antecedentes y el más recordado de ellos es de 1995, cuando la aplanadora entonces príista impuso el voto mayoritario para aprobar el aumento al IVA y se hizo tristemente célebre la “roqueseñal”, que no fue otra cosa que una burla obscena del que fuera coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, Humberto Roque Villanueva, con ademanes que, por ofensivos y corrientes, no se permiten ni a los futbolistas cuando festejan un gol.
Solamente que la burla ahora rebasa las paredes de los recintos camarales para retumbar por toda la nación, pues la inquietud brota no solamente por lo que está pasando en estos momentos, que ya es de por si alarmante, sino por las consecuencias que sobrevendrán de estas decisiones, que amenazan afectar a la nación por años y años.
En el fondo, la más grave consecuencia del amloismo es el fomento de la lucha de clases, de la división de la población, del odio entre unos y otros, al ignorar que todos somos mexicanos, verdes, rojos, azules o del color que gusten, y no tenemos porque andar buscando a los “culpables”, que no estén de acuerdo con nosotros, para quemarlos en la hoguera, sino que, como seres pensantes y evolucionados, tenemos que buscar siempre las coincidencias, antes que las diferencias, para encontrar el rumbo de una convivencia saludable.
En México hoy en día existe un enfrentamiento entre la clase que ha estado abandonada por décadas y que carece de educación y recursos, y los que, con trabajo y/o preparación, por el motivo que sea, han podido acceder a una mejor forma de vida, lo que en cualquier sociedad es un logro, pero para nuestro presidente es un pecado, y contagia con esa idea a sus seguidores, que son muchos, y así genera una lucha entre los que están a su favor y los que están en su contra. Y ahí estamos los mexicanos enfrentados unos contra otros por un solo personaje, o “pejejaje”.
Cierto que los problemas de nuestro país son muchos, graves y endémicos, pero no porque arrastremos una cauda de gobernantes fallidos se justifica la división social, que no va abonar en soluciones, sino redundar en problemáticas aún mayores. Retomar el camino requiere unidad, serenidad, sinergia, estudio y análisis, antes que odio y rencor.
Claro que de la división de fuerzas y del odio entre clases surgen beneficiados, si, los enfermos de poder, los que creen que nacieron para salvar a esta nación y que aspiran a ser admirados por las masas, aunque en su afán resulten daños colaterales; también salen ganando los vivales que sacan frutos de las circunstancias. A groso modo, el primero en esta descripción, el enfermo de poder, es AMLO, los dañados de rebote somos los mexicanos, y los vivales son algunos súper millonarios y el crimen organizado. Los resultados del gobierno de la cuatro te así lo indican.
Si creemos que los programas que se llaman Bienestar están de verdad llevando bienestar a los desprotegidos, pues estaremos cayendo en el engaño, ya que son un reparto de dinero a los que no tienen nada, pero analicen para lo que les alcanza, y les llega algo a cambio de cancelar programas vitales, como los de salud, por mencionar un ejemplo; si, ahora les llega un dinerito a los que tienen poco o nada, pero ahora ya no tienen servicio de salud, o para los que alcanza ese servicio lo reciben cada vez más deteriorado; y ni hablar de la infraestructura, que se cae a pedazos, cuando existe, por andar haciendo obras de relumbrón, como el Tren Maya, el aeropuerto de la base militar Felipe Ángeles, o la Refinería Dos Bocas, donde se invierten los recursos que se quitan de programas y obras de primera necesidad, y además dichas obras son portentosamente ineficientes.
Y hay quienes me dicen que por lo menos ahora se reparte algo, porque los de antes ni eso hacían; pero otra vez están engañados, porque:
- El recurso que se dispersa no es de verdad solución; con eso alguien apenas puede medio comer (con los precios de hoy), ya no digamos las familias completas, porque es un dinero disperso, es decir, mucho dinero de a poquito para cada quien, que no sirve para gran cosa a los que lo reciben, pero si cumple un maquiavélico propósito de comprar la simpatía de muchos; es un espejismo, solo útil para el poderoso.
- El argumento de que los antecesores no repartían ni eso, tampoco es tan cierto, pues si algo ha existido en los gobiernos mexicanos de las últimas décadas son programas sociales como los tamales de fiesta, de dulce, de chile y de manteca, todos en busca de simpatía y votos, y si todos muy cuestionados y con poco o nulo aporte al auténtico crecimiento social. Pero no solamente porque aquellos fueron un proyecto fallido, estos automáticamente serán la panacea de justicia social, la ecuación no es así de simple. Finalmente la receta es la misma (acaso más universal) por tanto el resultado será el mismo, no esperemos otra cosa.
- Tampoco pasemos por alto que el gobierno, al repartir recurso, sea bien o mal, acertada o desacertadamente, no está haciendo más que su trabajo, para lo que lo tenemos ahí y le pagamos los mexicanos, no es mayor mérito y ni lo hace con sus recursos, sino con los nuestros; no nos están haciendo ningún favor, deben gobernar bien, es su obligación. ¿A poco creemos que AMLO va a sacar un peso de su bolsa para repartirlo? No, si se ha dedicado a enriquecer a sus familiares; ninguna diferencia con López Portillo, por decir: es solo otro mexicano que llega al mandato con recursos un tanto limitados y sale multimillonario; se ha creado una nueva familia rica mexicana.
Hablando de la reforma judicial, en principio hay establecer que existen corrupción y enormes fallas en la impartición de justicia en México, pero de ahí a que los cambios constitucionales de AMLO vayan a ser la solución a esos males, hay un puente colgante de muchos kilómetros de longitud que amenaza con derrumbarse muy fácilmente.
Antes que una solución, las reformas amagan con agravar los problemas, particularmente con la selección de juzgadores por voto popular y por la consolidación de la prisión preventiva.
Si el actual sistema de designación de jueces padece de anomalías como el nepotismo, y se acusa de que es un club de amigos para favorecer intereses, pues con la designación por votación las carencias serán mayores, ya que no se podrá garantizar la preparación y perfil especializado que se requiere para impartir justicia, y finalmente, como en el caso de diputados, alcaldes, etc., podrán llegar los que algún poder interesado quiera y pueda promover para que ocupen el puesto, ganen la votación y generen beneficio, o bien, como siempre ha sido en la historia política mexicana, los que un dedazo designe.
En cuanto a la prisión preventiva, en el desarrollo de la justicia en el mundo, es una medida que tiende a abolirse, pues se ha demostrado que son mayores los abusos que los beneficios y, conforme un sistema tiene más grietas, se convierten en una carta blanca para el abuso de los poderosos y hasta de las corporaciones de seguridad quienes, en contubernio con los delincuentes, se aprovechan de esta medida para amedrentar y castigar a sus enemigos o a ciudadanos inocentes.
Por ello los organismos de justicia internacionales han exigido a varios países, entre ellos México, la desaparición de la prisión preventiva como medida cautelar, pero el gobierno mexicano no solo ha hecho caso omiso de los dictámenes internacionales, sino que ahora el presidente, en su paquete de reformas, contempla la consolidación de esta medida en la leyes de nuestro país. El mundo crece en un sentido y México marcha hacia abajo en sentido contrario. ¿Dígame usted si esto podrá ser el desarrollo que todas las mañanas nos presumen en la conferencia de prensa oficial de AMLO?.
Pero aún mas de fondo, las reformas podrán ser o más buenas o más malas, deficientes o productivas, de uno u otro color, para favorecer a tiros o troyanos, neoliberales o socialistas, el asunto es que no importa si las leyes son unas u otras, cuando lo que sucede en México es que las leyes no se aplican, sino que quedan en manos de los poderosos y se estira la norma como una liga hasta donde le convenga a quien tiene el sartén por el mango.
De qué nos sirve que tengamos una Constitución ejemplar, con sus baches y altibajos, con sus estira y afloja, pero finalmente con artículos que son base para defender el bien común y a la nación, pero de que nos sirve todo ello si en la mayor parte de los casos las leyes son letra muerta y quienes deben aplicarla se acomodan a intereses particulares y de grupos.
Eso es una pérdida del Estado de Derecho, y ante esta realidad las reformas judiciales son un riesgo de ir más rápido al precipicio.