La Columna
Por Carlos JARAMILLO VELA
DELICIAS CHIH.- Aunque tuvo errores u omisiones de carácter político, cometidas de manera voluntaria, se puede decir que al menos, retóricamente, fue bien elaborado el discurso formal pronunciado por la presidenta Claudia Sheinbaum, durante la ceremonia protocolaria en la que rindió protesta como Presidenta de México, ante el Congreso de la Unión.
Un documento con calidad retórica, que deja ver la mano cuidadosa de sus redactores, por su esmero en la ortografía, puntuación y extensión de los párrafos contenidos en la prosa discursiva.
Entre los notorios yerros u omisiones de naturaleza política, en los que incurrió la presidenta Sheinbaum al pronunciar su primer discurso a la nación, se pueden señalar su omisión al no hacernos un llamado a los mexicanos, para lograr la reconciliación nacional y superar la polarización social -que en forma intencional generó el presidente Andrés Manuel López Obrador-; de igual modo, erróneamente la nueva jefa del Estado mexicano omitió dirigir un mensaje de solidaridad, aliento y esperanza a las madres y familias buscadoras, quienes con angustia sufren la ausencia de miles de hijos y familiares desaparecidos, sin saber si aún viven o están muertos.
Una de las virtudes que al parecer no se le dan del todo bien a algunos políticos de MORENA, es la diplomacia y disposición para efectuar una real cohabitación y coordinación política con gobernantes y actores políticos de diverso origen ideológico –ya sean nacionales o extranjeros-. Esto quedó claramente demostrado por el comportamiento del expresidente Andrés Manuel López Obrador, quien durante su mandato siempre se mostró reacio a estas relaciones; ojalá que la presidenta Claudia Sheinbaum no sea proclive a incurrir en el proverbial error de su mentor.
Sería falso afirmar que la presidenta Sheinbaum mostró una actitud conciliadora en su discurso. Lo cortés no quita lo valiente y, lejos de demeritar la investidura presidencial la enaltece; a Claudia Sheinbaum le vendría muy bien asumir un tono de conciliación, y eliminar cualquier dejo de arrogancia, no solo en la pronunciación de sus discursos, sino también en su actitud y comportamiento de cara a la nación, pues su obligación es gobernar para todos, sin discriminaciones ni distingos políticos; además, así lo ha prometido.
Un discurso emotivo, sin duda, el pronunciado por Sheinbaum; destacaron por su sensibilidad las referencias que hizo al empoderamiento de las mujeres, representado por la asunción de ella a la jefatura del Estado; igualmente sensible resultó la narrativa de los pasajes de la historia política de México, que la presidenta plasmó en su texto discursivo; sin embargo, el mensaje tuvo cierto tono de provocación, beligerancia y pendencia -similares al estilo de AMLO-, por la forma en que hizo alusión a acciones llevadas a cabo por gobiernos anteriores, como el de Ernesto Zedillo, al que tildó de autoritario, y el de Felipe Calderón, al que tachó de irresponsable.
Quizá faltó humildad en Claudia Sheinbaum, y también congruencia discursiva, pues aunque dijo que respetará los derechos humanos y las libertades, sus expresiones hacia los expresidentes Zedillo y Calderón no solo fueron carentes de urbanidad política e, incluso irrespetuosas y arrogantes, sino también violatorias de la dignidad de dichos exmandatarios.
Los redactores del discurso de la presidenta olvidaron que el trato digno (ya sea verbal y/o físico) que merecemos todas las personas, constituye precisamente el valor -dignidad- que sirve de base a todos los demás derechos humanos. Así, mientras la presidenta Sheinbaum prometía respetar los derechos fundamentales, con evidente falta de diplomacia violaba los derechos de dos de sus antecesores.
Presidenta Sheinbaum: millones de mexicanos esperamos de usted una actutud diferente, y mucho mejor, que la que nos mostró el presidente López Obrador durante su mandato. Solo de usted depende ser igual, peor o mejor que su antecesor inmediato.
Miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua, A.C.