Por Luis SILVA GARCÍA
CD. JUÁREZ CHIH.- No se que resulta más aterrador hoy en nuestro país, si la tragedia de la espantosa violencia que se está apoderando de la geografía tricolor, o la impavidez que invade por igual a la gran mayoría de la población, todo como una mancha que avanza inexorable y entinta al México de hoy.
La Presidenta Sheinbaum tomó posesión de su cargo; fue un evento importante y significativo para la nación; pero ni eso contuvo el reguero de cadáveres por diversas zonas; antes al contrario: hay casos que parecieran tener mensajes detrás, y en la gran mayoría de los homicidios parece estar el entorno del narcotráfico.
El más significativo, que no el único, es el asesinato del alcalde que había sido electo en Chilpancingo, Guerrero, una de las regiones más golpeadas por la presencia de bandas delincuenciales, y donde “la maña” (como dice la gente) ha sentado sus reales desde hace años y pretende tener el control absoluto.
Ya desde la campaña Alejandro Arcos Catalán lucía como una figura que no acomodaba para las operaciones del crimen organizado en la zona:
- Era un candidato de oposición a Morena, que conjuntó a los partidos en contra del régimen;
- Era una figura ciudadana, reconocido por sus luchas a favor de causas de la población y de los recursos naturales de la zona;
- Siempre manifestó su censura y oposición a la presencia del narcotráfico en Guerrero.
Para el narco era un candidato incómodo, lucia incontrolable; y no obstante ganó la elección, pese a que las operaciones del crimen organizado en su contra, en la campaña, deben haber sido apabullantes, así como los recursos económicos, reparto de beneficios y coacción y amedrentamiento a los posibles electores; tal como se las gastan en los procesos electorales de forma muy clara desde hace ya como dos décadas.
Pese a todo ello, y a que su campaña fue contra la de Morena, que llevaba a la par la campaña presidencial de Sheinbaum (y eso pesa en cualquier proceso electoral en México), Alejandro Arcos ganó la elección contra todos los pronósticos; y su triunfo fue una muestra de que la ciudadanía de Chilpancingo ya está muy cansada del secuestro virtual del que han sido objeto por parte de las fuerzas delincuenciales desde hace años.
Pero la increíble historia de terror estaría aún por mostrarse: De acuerdo a notas periodísticas de Chilpancingo, el propio Alejandro Arcos denunció que el crimen organizado le estaba exigiendo el control y nombramiento de varias secretarias en el municipio (entre 3 y 5, según las fuentes), y además le pedían que entregara al narco el 30 por ciento del presupuesto. Arcos Catalán afirmó que no negociaría con el crimen organizado.
La posición del Alejandro Arcos siempre fue muy clara, se limitó a declarar que seguiría luchando por la paz, pues “no somos gente de conflicto”, sin embargo los mensajes fueron contundentes: el 27 de septiembre, aún antes de la toma de posesión, al salir de una reunión de trabajo, el capitán Ulises Hernández, quien había sido anunciado para tomar posesión como Secretario de Seguridad Pública en el gobierno de Arcos, fue asesinado de 10 tiros a bordo de su automóvil.
El 3 de octubre, a solamente 72 horas de iniciado el nuevo gobierno, el Secretario General del Ayuntamiento, Francisco Gonzalo Tapia, fue asesinado por la espalda a unos pasos de la plaza cívica de Chilpancingo. El asesino le dio dos tiros en la cabeza y dos en la espalda.
Aún y con estos homicidios de su equipo, el alcalde inició los trabajos de su gobierno con acciones en colonias populares y de apoyo por las afectaciones del huracán John, y exigió públicamente seguridad para sus colaboradores y para él mismo, apoyo que nunca llegó y que ahora las autoridades federales niegan que haya sido solicitado.
El 6 de octubre el alcalde Alejandro Arcos Catalán fue asesinado de manera brutal y expuesto a la ciudadanía. Sus verdugos lo decapitaron y expusieron su cuerpo adentro de una camioneta, mientras su cabeza la colocaron arriba del toldo de la misma, en hechos que desafían totalmente a la autoridad y gobierno no solamente del estado de Guerrero, sino de la nación misma. El alcalde completaba apenas seis días en el encargo para el que fue electo.
Durante los días siguientes las autoridades federales han lanzado varias afirmaciones que dan lugar a creer que se trata más de tender la cortina de humo en torno al abominable caso, antes que llegar al fondo y esclarecer como les corresponde.
El martes 8 de octubre, durante la tradicional conferencia mañanera de esta telenovela que es nuestro gobierno de la República, el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, dijo que Arcos Catalán no contaba con seguridad y que no había solicitado.
En los medios de comunicación quedó registrado, el 4 de octubre, tan solo dos días antes de su asesinato, cuando el alcalde, en entrevista radiofónica, pidió protección al gobierno federal y al gobierno estatal. ¿Ahora resulta que si no lo haces por oficio y con las copias que exige la burocracia, no es valida tu petición de protección? ¿Aún ante hechos tan contundentes, como el asesinato de dos miembros del equipo?
Más aún, el propio Secretario de Seguridad del gabinete federal, en declaraciones posteriores, señaló que el alcalde fue a su gira por colonias sin ninguna protección y que se habría dejado asesinar solamente para hacer mala imagen a la presidenta Sheinbaum. Esta declaración es una cínica burla, no solamente a la victima, sino a todos los mexicanos que esperamos que el gobierno cumpla con su tarea, antes que seguir un guion que les dictan para sostener una imagen de “buen gobierno”, aunque no exista soporte en las acciones.
Ahondé en este asesinato porque es de verdad triste lo que pasa, pero de ninguna manera es el único a consecuencia del poder que han tomado las fuerzas del narcotráfico en todo el país. Ya dominan territorios completos y ponen y quitan autoridades. Y eliminan a quienes les incomodan y no pasa nada. Las informaciones sobre estos casos son el pan de cada día en la comunicación.
Pero igualmente alarmante resulta el fenómeno de que ya la sociedad se ha acostumbrado a escuchar las noticias de estos hechos delictivos y continuar caminando como si ello no tuviera importancia, cuando el crimen organizado corroe las capas sociales como un cáncer.
El gobierno se ha acomodado para el beneficio de las esferas de poder, y ya no se puede negar que una esfera de poder real en México es el crimen organizado, con sus operaciones de bandas de narcotraficantes, pero con mucho más que eso –que es lo que se ve, pero también existe la red de intereses y operaciones que tiene que llegar hasta los más altos niveles; solamente así se explica que opere con éxito evidente y con la protección oficial, como se da, de facto.
Hoy se da una combinación de elementos:
- Comunicación vertiginosa, cuan rápida como ligera, como es por las nuevas tecnologías;
- Involucramiento de intereses y acciones del crimen en casi todas los niveles sociales y en gran parte de las familias, de manera que nadie se atreve a actuar en contra porque puede afectar o incomodar a cercanos o hasta a si mismos;
- Propaganda oficial con el mensaje de no pasa nada, todos estamos bien, que pega como kolaloka en un pueblo con limitadas educación y cultura, sumadas a la carestía y falta de recursos.
Todo ello nos trae tan ocupados que ya no queda tiempo para revisar los hechos y menos aún para reflexionar y analizar acerca de lo que pasa y las posibles consecuencias y, por tanto, tratar de tomar acciones que nos conduzcan hacia una mejor sociedad y una mejor forma de vida en común.
Al parecer se trata de que los mexicanos piensen lo menos posible, no tengan valores humanos, y acepten lo que les digan todos los días en ese esquema de telenovela ilusoria. Y mientras los mexicanos pobres e ignorantes sean más, mejor para los poderosos, del bando, color o naturaleza que sean. Por ese camino andamos.
(Con información del columnista Héctor de Manuelón e Infobae).