Por Luis SILVA GARCÍA
CD. JUÁREZ CHIH.- La impartición de la justicia ha sido uno de los defectos del sistema mexicano desde tiempos inmemoriales: ya desde la Colonia existen casos de abusos por parte de los poderosos; con la Independencia y la Reforma el panorama no alcanzó a mejorar; luego vino la Revolución y hasta la fecha campea el dicho “esperamos que nos haga justicia la Revolución”, y seguiremos esperando.
La reforma planteada por el actual régimen –en teoría para terminar con privilegios y llevar la justicia a los desprotegidos–, suena muy bonito, pero en la práctica este gobierno no ha mostrado que en verdad exista el propósito del bien común, solamente lanza acciones maquilladas como el reparto de recursos, que distribuye como “favores” a sectores específicos; pero este engranaje responde más a términos propagandísticos en busca de simpatías, y en su momento, votos en las urnas; y vaya que esa meta la logran con éxito.
Mucho se ha cuestionado el esquema para sustituir al personal del Poder Judicial, pues finalmente resulta un manotazo para correrlos a todos por corruptos y traer, en su lugar, mediante un esquema de sorteo, a los que ahora si serán los “buenos” para lograr la correcta impartición de la justicia en México.
Insisto, el propósito es loable, pero en la formas está la complicación, pues no se puede calificar de golpe, a todas las personas que trabajan en un sistema, como corruptas y privilegiadas, cuando muy seguramente hay de todo; como tampoco se puede garantizar que, solamente porque las sustituyes por tus adeptos, ya van a ser las correctas y adecuadas para puestos especializados. Eso es increíble.
Claro es que hay personas que no han hecho bien su trabajo en el Poder Judicial, tan así que los resultados saltan a la vista, y la corrupción, injusticias y malos tratos, se convirtieron en el pan de todos los días en los juzgados mexicanos, y una realidad domina en el sector: El poderoso siempre tiene la razón y la ley a su favor.
Pero también han existido y existen personas que se han preparado por muchos años, que han estudiado y se han especializado, que cumplen un perfil determinado y tienen una vocación para trabajar en el sector y, sin embargo, están siendo corridos de un golpe y además calificados de corruptos, ineficientes y parciales, todos en paquete, lo cual tampoco es justo.
Así como las personas pueden ser mejores o peores, el esquema para sacar adelante una iniciativa también pude ser mejor o peor, pero en todo caso se agrava en el escenario de encono, de odio, de descalificación y enfrentamiento, al que el actual régimen ha llevado a los mexicanos, de manera que los que critican o no están de acuerdo con lo que dicta el poder, ya son automáticamente enemigos de la nación, y este ambiente siempre va a conducir a problemas.
Nos reímos y lamentamos de lo que pasa en el Congreso cuando los legisladores se pelean y gritan de forma a veces hasta ridícula y graciosa, pero en todo el país permea ese tono y no se le ocurra a usted criticar a la autoridad por ahí en una calle de colonia popular, porque no solamente le van a contestar cual diputado gritón, sino hasta le pueden dar sus cachetadas por ofender al “mesías” o sus secuaces. Ya no hay libertad de expresión. Cuando un régimen se endurece, la posibilidad de expresión libre se reduce. Los derechos de las personas se limitan. Eso pasa ya en México.
Cualquier gobierno, en sus plataformas y promesas, siempre plantea que velará por el bien de todos, ni modo que de entrada confiesen sus fines funestos e intereses mal sanos y además los dejen por escrito, no, el asunto está en que del dicho al hecho siempre hay enorme trecho, y las promesas no llegan a cumplirse y los buenos propósitos quedan solamente en planteamientos, sea el gobierno del color que sea.
Lo que vivimos en México en los últimos años es más una mascarada, una puesta en escena para que un mayor número de gente crea que se les está favoreciendo, y se olviden de sus limitaciones, de su vida difícil, de la falta de recursos, de la carestía, de su ignorancia, de su miseria, y se entretengan con el “soap comedy show” (tvnovela, pa que me entienda), con la historia policiaca y/o con la nota escandalosa de cada día, y se rían y crean que llegó “la salvación”, aunque en realidad se están riendo de su propia tragedia.
El recurso no es para nada nuevo, ya los romanos hace como dos mil años le llamaban “al pueblo pan y circo”… pan, no mucho, solo para que sobrevivan; circo, si, mucho, para que se atiborren y caigan embriagados a carcajadas, mientras los poderosos saquean los recursos de esta gran nación que es México.
En este mismo contexto, el método para renovar el Poder Judicial resulta un auténtico circo, revestido como un sorteo y una elección para dar la idea de que es totalmente imparcial, de que los que resulten designados para suplirse serían sin “mano negra”, para luego realizar una votación y seleccionar a los nuevos jueces y magistrados, pero lo que no se aclara es quién o de qué manera van a designar a los que podrán ser electos, que deberán cumplir ciertos requisitos, si, pero ¿quién va a palomear la lista final? Adivine usted.
Primero se hizo una tómbola en la Cámara de Senadores para conocer mediante sorteo las plazas a cambiarse en una primera etapa (la siguiente será en 2028); luego viene un proceso de elección popular en 2025, con todo lo que ello implica en costos y esfuerzos.
Como muchas veces en nuestro país, tal vez era tan sencillo como hacer que se cumpliera la ley, pues ya existían bases, requisitos y normas para garantizar que los miembros del poder judicial fueran los adecuados e indicados, solo que se pasaban por alto; pero hacer solo eso, que se cumpliera la ley, no sería tan popular ni tan atractivo como una tómbola; no, si gobernar bien no es más que un trabajo, pero claro, la discreción y la modestia no lucen… y nos encanta el “show”.
Y ahora se compara el sistema de reforma judicial con la Lotería Nacional, un sorteo, con gritones y ganadores del premio mayor, con resultados solamente al azar, sin la influencia de nadie, lo mas justo, pues. Y ¿quién les dijo que en la Lotería Nacional los sorteos son siempre al azar y justos?
Hace unos años me tocó ser consultor del Programa de Transparencia y Combate a la Corrupción en la Lotería Nacional. Investigando y revisando conocí a personas que tenían prácticamente toda su vida en la institución y que trabajaban con gusto para que esta funcionara bien.
Ya entrados en confianza, uno de estos empleados me llevó a los archivos más recónditos del edificio histórico de Reforma, Rosales y Edison, en la Ciudad de México, y me confió que, al menos hasta antes del año 2000, los premios mayores se repartían entre los integrantes de los gabinetes del Gobierno Federal.
“Se operaba de esta manera –me explicó: llegado el año de Hidalgo, es decir, el último del sexenio (se le llamaba año de Hidalgo por aquello de que chin, chin… el que deje algo), se hacía un listado con todos los Secretarios e integrantes del gabinete de primer nivel del Presidente, y en cada sorteo mayor, a cada uno de ellos se le entregaba en su casa el billete ganador, el que iba a resultar premiado con el premio mayor; luego el día del sorteo ese billete salía ganador en la tómbola; así recibían los funcionarios como una indemnización por su desempeño, y así era en cada sexenio”.
Interesante anécdota que demuestra como la corrupción se ha ido institucionalizando en México y que además, si las instituciones andan como andan en el país, ¿de donde se nos habría de ocurrir que la Lotería Nacional funcionara bien?