Por Luis Silva GARCÍA
CD. JUÁREZ CHIH.- Las fortunas familiares, en sociedades poco culturizadas (y vaya que la mexicana se muestra cada vez más desculturizada), comúnmente manifiestan un desgaste generacional que va de la acumulación por parte de una generación, al sostenimiento por la siguiente, y a la decadencia por parte de la tercera generación.
El poderoso emporio que ha sido Televisa en México no parece librarse de dicha sentencia, cuando por estos días el prominente y otrora Presidente del Consejo de Administración y Director General de las diversas compañías, el Junior Emilio Azcárraga Jean, tuvo que retirarse de los cargos que heredó de sus ancestros, pues ni creamos que él se los ganó a pulso: le cayeron desde que nació entre pañales de seda.
Televisa se tambalea ante el escándalo de la investigación por parte del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, donde se acusa a las empresas del consorcio por haber pagado sobornos a la FIFA para obtener los derechos exclusivos de las transmisiones de los mundiales de futbol desde 2018 hasta 2030, que abarcan pasado y futuro, para no errarle, al más rancio estilo monopólico, acaparador y abusivo, que siempre ha distinguido a los “telerisos”, desde la época de El Tigre, pasando por el hijo de El Tigre y ahora el nieto de El Tigre.
Apenas el viernes 25 de octubre, día en que se dio a conocer la “renuncia” del Junior a sus ostentosos puestos (y se anunció en fin de semana para amortiguar el impacto de sus intereses en los mercados internacionales), las acciones de Televisa se vieron afectadas de inmediato con una caída superior al 8 por ciento en la Bolsa Mexicana de Valores y de casi un 10 por ciento en la Bolsa de Wall Street, Nueva York; estas son muy significativas pérdidas, activadas por el desprestigio en la imagen de la compañía.
Pero quienes revisen aunque sea un poco en la historia de los Azcárraga no tendrán para que asombrarse ante la acusación de soborno, pues ya desde sus tiempos El Tigre, Emilio Azcárraga Vidaurreta (1895-1972) se hizo célebre por sus métodos exigentes y ventajosos para acrecentar su poder y fortuna, tanto en las relaciones comerciales como en las políticas.
Y en los años del: “no necesito que me den, solo que me pongan donde hay”, o “el que no tranza no avanza”, cuando en el país se veía como algo natural el cochupo, la extorsión, la mordida, pues los que tenían dinero y poder claro que se aprovechaban de estas tristes costumbres. (Y pensándolo bien, no parece que hayamos mejorado gran cosa en este aspecto, esas frases han quedado en desuso, pero no así las prácticas corruptas; pero ese es otro tema).
A El Tigre Azcárraga Vidaurreta se le conoció por su osadía, por sus atrevimientos, por sus imposiciones, tanto en su vida privada como en su vida pública, lo que le llevaron a acumular fortuna y poder, especialmente en medios de comunicación, primero con el empuje de la estación de radio XEW, “la Voz de la América Latina desde México”, que llegó a ser la más importante del país, y luego, en 1951, con la formación de la primera cadena de TV: Telesistema Mexicano, con fulgurante éxito; para llegar a adquirir el nombre actual: Televisa en 1973, cuando su hijo, “El Pintito” (por ser hijo de tigre), recién desempacaba la jugosa herencia ante la muerte de El Tigre, por cáncer, a la edad de 77 años.
Los negocios de comunicación no eran los únicos del emporio en aquellos años, fueron muy diversas las inversiones que consolidaron la fortuna y solamente mencionaremos que El Tigre se movió mucho en terrenos políticos y apoyó generosamente a los personajes y gobiernos priístas, con lo que obtuvo grandes ventajas para sus negociaciones, particularmente desde el sexenio de Miguel Alemán Valdez como Presidente, y de ahí “pal real”.
Emilio Azcárraga Vidaurreta fue un personaje que se adaptó a la perfección en el sistema neoliberal mexicano, y será quizá uno de los más puros especímenes de ese esquema. Apuntala esta idea el hecho de que entendió con claridad la necesidad de atender los afanes de las mayorías, sin decir que lo haría por el camino correcto, pero si por el que a él le daría mayores ventajas.
Consideraba que la televisión debería ser solo para mantener entretenida a la población; nada de cultura, educación, formación (eso no deja dinero), y pues así decidió invertir en otro tema por demás popular como simplista: el futbol. Y fue como se hizo dueño del equipo América.
Cuando Emilio Azcárraga Milmo (1930-1997) “El Pintito”, tomó las riendas de los negocios a la muerte de su padre, estos ya tenían todos los cimientos y fundamentos, la fortuna ya era una de las principales de México, y el poder también.
Como segunda generación, a El Pintito le tocó mantener el negocio, adaptarlo a las nuevas formas y tecnologías, expandirlo a otras naciones, llevarlo a ser empresa pública para cotizar en la bolsa de valores; competir de acuerdo a la creciente globalización y jugar en “ligas mayores”.
El Pintito heredó de El Tigre las formas recias y radicales en la actuación, enfrentó a gobernantes para velar por sus intereses, hizo del América un equipo grande matrimoniado con Televisa, llevó el entretenimiento de las telenovelas mexicanas a ser producto de exportación y fomentó programas y personajes de TV que fueron parte de la idiosincrasia nacional por varias generaciones, entre los que destacan El Chavo del 8, Siempre en Domingo y hasta el Noticiero 24 horas con Jacobo Zabludovsky.
Televisa aportó entonces elementos indispensables al sistema neoliberal (que ya luchaba por mantenerse incólume ante las transformaciones mundiales), y tomó su papel ante el principio: “al pueblo pan y circo”: a los gobernantes le tocaba llevar el pan y Televisa ponía el circo. Con ese acuerdo el emporio mantuvo su crecimiento y poder hasta la muerte de El Pintito en 1992, a la edad de 67 años, también por cáncer.
Llegó entonces el turno para El Despintadito, la tercera generación, el Junior al que no le tocó ya el carácter firme de sus ancestros, sino más bien una imagen de “hijo de papi” a quien se le consciente todo y tiene la comodidad y recursos a la mano sin esfuerzo alguno: Emilio Azcárraga Jean (nació en 1968), el nieto, quien rápido dio muestra tener el nombre, pero no las agallas.
Quedó desplazado de la Presidencia del Consejo de Administración del emporio en 2018, y en 2024 se ve obligado a dejar también la Dirección General, ante las sospechas de corrupción, ello como muestra de la caída de un imperio, sin que la afirmación signifique que vaya a caer de la noche a la mañana; pero los símbolos se van dando.
Los síntomas se vieron con el paso de los años, desde que creció la competencia de la TV Azteca de Ricardo Salinas Pliego (otro protegido del sistema), que le fue robando rating y anunciantes a la otrora monopólica Televisa; también con el hecho de que el publicista Epigmenio Ibarra se consolidó como el nuevo rey de las telenovelas al incorporar el tema del narcotráfico (por cierto, Ibarra fue encargado de los guiones de las mañaneras de AMLO –y ni dudar que siga manejando los de Sheinbaum, siempre con el estilo de tvnovela, generando escándalo aunque el mensaje sea inexacto o hasta mentira; pero esa también es otra historia).
Al hablar del este desmoronamiento del emporio Televisa, cuyo eje principal (aunque no único) son las telecomunicaciones, no podemos pasar por alto el hecho de que este rubro ha navegado permanentemente en un pantano de corrupción, por lo que no debe asombrarnos que un país extranjero acuse a empresarios mexicanos de extorsionar para logar ventajas. No debe asombrarnos, pero si alarmarnos.
La formación de muchos negocios de comunicación en México ha sido a la par de negociaciones con el poder y corrupción: la cadena más importante de periódicos del Siglo XX fue la García Valseca, establecida por un coronel de la Revolución y de aquellos primeros tiempos del Partido Nacional Revolucionario (luego PRI), con el estilo de ventajas para el poderoso, exención de impuestos, reporteros sin salario que menguaban lo que podían y donde podían, papel regalado por el gobernante, etc.
Así se formó lo que hoy es Organización Editorial Mexicana (OEM), editora de El Heraldo de Chihuahua y de El Fronterizo en Cd. Juárez, como de una treintena mas de diarios en todo el país, en su momento; ahora venida a menos, como todos los medios impresos.
Esta OEM un día cayó en manos de Mario Vázquez Raña, oligarca del deporte y quien ostentó una figura de gran empresario hasta su muerte en 2015, pero la realidad es que sus periódicos siempre fueron comparsa del gobierno y cobraban (y siguen cobrando) mucho dinero a cambio de proteccionismo oficial, y cuando lo que sucede ahora con este caso del “FIFAgate”, en el que se involucra por extorsión a Televisa, sucedió siempre con Vázquez Raña, pero en su caso a nivel de Comité Olímpico Internacional, es decir, el manejo de mañas para beneficiar a países, empresas y hasta competidores, de acuerdo a los que convenía a sus intereses.
Y este es solo un dato más de lo que viene pasando en medios de comunicación en México, sus empresas, sus empresarios, todos aprovechando el mar de las ventajas desde hace decenios, como es claro ejemplo Televisa, que por poderoso es más notorio, pero no por ello caso único, sino, por desgracia, denominador muy común y muestra de la realidad social el país.
Hay comunicadores y medios honestos, serios, que se proponen reportar la información verídica y provocar el análisis sano sobre los acontecimientos, para poder transitar hacia una mejora, si los hay hoy en México, pero en marcada escasez y ya casi en situación similar a la de hace 120 años, antes de la Revolución de 1910, cuando decir la verdad era exponerse ante el poder.