Injusta es la vida

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Por Luis SILVA GARCÍA

CD. JUÁREZ CHIH.- Hace algún tiempo esta persona murió, porque así es la vida, se va desgastando y un día se acaba. El desgaste llega a darse por muy diversas causas, que pueden ser desde naturales hasta muy lamentables, y por ello no hay que dejar de señalar cuando una vida productiva y hasta brillante termina en desgracia. Ello es injusto, como tantas situaciones hay injustas hoy en día.

Se trató de un brillante escritor, su prosa era de calidad y a la vez claramente entendible, con la característica de la versatilidad, de manera que publicó tanto en periódicos, como en revistas, también creó novelas y logró que se plasmaran en libros (al menos me enteré de uno).

Recuerdo momentos muy agradables que llegamos a compartir cuando laboró como corrector de estilo en un periódico, pues su redacción era muy meticulosa y por ello se encargaba de revisar las notas que se iban a publicar, y muchas veces tendría que “hacerlas potables”, como llamábamos al ejercicio de ajustar los contenidos para que el lector pudiera entenderlos con facilidad.

No necesariamente quienes levantan una nota son buenos para transcribirla con corrección y hacer que se lea con facilidad: hay reporteros que son buenos para reportear (para tomar nota de los hechos, peguntar adecuadamente, etc.) pero les cuesta trabajo escribir con fluidez y corrección, como hay personas que son muy buenas para la prosa, pero lo que escriben no atrae al lector. Como en todo oficio, los mejores son aquellos que dominan ambas tareas.

Ahí tenía peso la labor de este personaje escritor: era el corrector de estilo al que se confiaban todas las notas para que, de ser necesario, interpretara lo que el autor quiso decir y luego lo convirtiera en una prosa, con el mismo original contenido, pero fácil de leer.

La tarea no era ni sencilla, ni fácil, pero si era modesta, pues a la hora de los resultados en el producto nadie tomaba en cuenta los renglones del corrector de estilo, nadie los advertía. Pero ahí estaba el buen resultado. Y el trabajo de estos correctores siempre ha sido muy mal pagado.

Muy continuamente, al término de las tareas diarias, nos reuníamos a la platica aderezada con las cervezas imprescindibles, y con alegría compartíamos las avatares de la jornada y algún alimento. Ahí el escritor en cuestión mostraba su chispa, solo en esos momentos sacaba el gusto, porque generalmente era taciturno.

Como escritor siempre fue brillante, pero como estamos en un país donde hasta los egresados de las universidades suelen ser analfabetas funcionales, pues difícilmente se va a apreciar la calidad en las letras.

Por aquellos años publicaba semanal o quincenalmente un articulo en una revista de circulación nacional que se llamaba Contenido, con la característica de que las historias deberían ser cortas y atractivas, siempre con vivencias de la gente, alguna obra o logro destacado, a manera de ejemplo y como muestra del principio “si se puede”.

No era fácil encontrar y cuajar las historias, por lo que me ponía a ayudarle a ubicar temas o situaciones adecuadas para su entrega, y sobre todo a impulsarlo para que no decayera en ánimo, pues era muy capaz, sin duda sobradamente, pero luego él mismo no se la creía. Le atacaba la depresión y había que echarlo a andar.

Un día le pedimos que se fuera a reportear, y como reportero trabajó por muchos años en diversos periódicos de varias ciudades, pero nunca olvidó que él era escritor y siempre aspiraba a vivir de ello y dedicarse cien por ciento a escribir.

Logró publicar varias obras, e inclusive una de sus novelas fue premiada y se utilizó como base para un guion cinematográfico, pero el autor no recibió gran retribución por su texto y nunca le llegaron regalías.

También fue maestro en la universidad, pero dejó de trabajar en medios de comunicación porque quería vivir plenamente su vocación de escritor, y aquí es donde hay que señalar cómo en nuestro país existen dificultades para ejercer una labor de calidad en el campo donde cada quien tenga facultades.

En resumen, este gran escritor vivió gran parte de su vida con dificultades y murió, de forma muy lastimosa, en la miseria.

Lo recuerdo desde hace muchos años con sus lentes (usaba gruesos aumentos) con aros quebrados y amarrados con una liga; y me dicen que en las últimas épocas usaba un lazo de ixtle en vez de cinturón.

“Murió de pobreza” me dijo con dolor uno de los amigos que convivió con él y siempre le apoyó, pues su salud se fue deteriorando en su soledad y los apoyos nunca llegaron.

Tomó la decisión de dejar de trabajar en una empresa, con un sueldo fijo, por exiguo que fuera, para dedicarse a escribir y aspiraba a vivir de ello, pero no lo logró.

Luego andaba vendiendo los libros de sus obras por las casas en las colonias, a precios muy bajos solamente para recuperar algo, y en abonos, pero aún así la gente no quería comprar, o los que compraban luego no querían pagar.

Vivía en la soledad, luego de años de relaciones de pareja que terminaban por el mismo ímpetu de dedicarse a su vocación de escribir y solamente a eso. Su concentración en las ideas que traía rondando, para luego plasmarlas en escrito, le forjó una personalidad distraída, al grado que en un ocasión preparó una pizzas en su casa para compartirlas con varios amigos, pero se le olvidó ponerle el queso. Salieron unas raras galletas cubiertas de rojo. Pero le gustaba cocinar y compartir.

Más allá de las anécdotas, logros y vivencias, lo que destaca de su vida es la injusticia que lo orilló a vivir penurias y morir temprana y lamentablemente, ante la falta de apoyos para ejercer su profesión de escritor, para que estaba más que preparado y probado.

Otras personas me comentaron que lo encontraron en la entrada de un centro comercial, donde se colocaba para tratar de promocionar sus libros, pero lo mismo quienes le conocían como cualquier persona que pasaba le sacaban la vuelta, por su aspecto menesteroso y por el mal olor que le acompañaba.

Nadie sabia que se trabaja de una persona formada culturalmente y destacado escritor, guionista de película; solo juzgamos por la apariencia sin pensar qué habrá detrás de la situación de alguien.

El escritor, en vez de estar en una oficina, por un salario, en una tarea que consideraba que no era la suya, prefirió lanzarse a la calle a buscar la difusión de la obra que formó con sus facultades y vocación. Eso es ejercer la tarea de ser humano.

Pero hacer lo que tu consciencia te dicta, en un sistema injusto y extremadamente materialista, te puede llevar a un precipicio sin retorno.

Honor para este escritor que prefirió sacrificar comodidades y exponer su vida, antes que seguir el juego a esta sociedad injusta. Pocos hay como él y deberemos aprender de ellos para crecer como humanidad.