Por Luis SILVA GARCÍA
CD. JUÁREZ CHIH.- Cuando la ley se convierte en el vehículo mediante el cual los gobernantes imponen su voluntad particular, se han perdido. 1. La democracia, 2. El sentido de bien común y 3. Hasta la nación.
Es el caso de México, por supuesto, pero no se trata de sacar conclusiones inmediatas, sino de sumar y analizar realidades, hechos que se han venido acumulando a través de décadas.
La afirmación simplista y altanera de culpar a Morena de todo lo que ahora pasa, es tan desdeñosa como la de querer adjudicarle a esa misma fuerza política todos los beneficios que ahora a alguien socorren en México. Ni una cosa ni la otra se pueden concluir, de manera certera, fuera de contexto.
Ni AMLO ni Sheinbaum, ni demás aplaudidores que les acompañan, serían ni tan demonios, ni tan santos, como los llegan a pintar en la película: son solamente personajes que han caído parados en determinadas circunstancias, por intereses de entes poderosos, ubicados en una fina telaraña que se ha tejido desde hace ya casi cien años en tierras tricolores.
La generalidad del fenómeno, sin embargo, no deberá, de ninguna manera, eximir de responsabilidad a quienes contribuyen de manera sustantiva para llevar el escenario a una puesta de terror, donde las tipologías son la siguientes: Unas cuantas manos acumulan cada vez más riqueza y las grandes masas de miseria crecen paralelamente, todo flotando en aguas de ignorancia y propaganda engañosa que promociona las cualidades del gobernante y sus allegados.
El drama no es novedoso: podría tratarse de cualquier comunidad desde Roma hasta el Renacimiento, recorriendo toda la Edad Media, solamente que las monarquías conservan tientes de inclusión y beneficio colectivo, de los cuales carecen los sistemas del despotismo, diría Charles Louis de Secondant, mejor conocido Barón Mostesquieu, allá por 1770 y cacho.
México está ya en los pantanos del despotismo, pues el gobierno toma cualquier instrumento y lo modifica para sus intereses, de manera unilateral y sin que nadie pueda evitarlo, así sea este instrumento la propia Constitución, el alma de la Nación misma.
Mientras el esquema sea eficiente para mantener estos ejes, pues no habrá poder que lo modifique, ya que los que ganan tienen suficientes recursos para mantener la campaña difusora a su favor, y la ignorancia prevaleciente no permite a las mayorías vean más allá de la punta de su nariz.
Por lo menos desde 1940 a la fecha la línea de gobierno con sus normas, leyes, inversiones, programas, etc., es la misma, sin importar que la administración en turno tuviese uno u otro color, o mote de tinte político, pero eso si, siempre aprovechando la explotación de la riqueza de la Gran Nación para acumulación de recursos en unas cuantas empresas, grupos, manos, familias.
El presidencialismo nunca se debilitó, por más que hubiere corrientes democráticas libertarias en todo el orbe, y los gobiernos mexicanos en turno tuvieran que participar en organizaciones internacionales pluralistas, ecológicas, multiculturales, y en los grandes foros económicos y pacifistas.
México ha sido candil de la calle y oscuridad de su casa, y al lado del reconocimiento internacional como un país que da asilo a los refugiados políticos, desde los españoles de la República derrotada, hasta las familias de los gobiernos derrocados por los golpes de estado en sud américa, o a los simientes de guerrillas, o hasta a los intelectuales perseguidos por sus obras e ideas; al lado de esos logros internacionales marchan los casos domésticos de represión a autóctonos, de explotación a obreros y campesinos, de supresión a derechos de huelga, de educación carente, de injusticia, de abusos intrafamiliares y, finalmente, de aumento de la violencia y la criminalidad por el crecimiento desmesurado del narcotráfico en toda la geografía nacional, por citar algunas características.
Hay que jalarle al hilo para revisar lo que ha sido el México desde la Revolución: 1. El surgimiento del partido hegemónico presidencialista con el PNR y el PRI. 2. La filiación a principios comunistas con Cárdenas, con el reparto de propiedad y empuje a la educación masiva 3. La alianza con el vecino del norte que asienta el Neoliberalismo desde Miguel Alemán hasta Díaz Ordaz. 4. El arribo del populismo presuntuoso de Echeverría y López Portillo. 5. La supremacía de las tendencias globales desde Miguel de la Madrid y que llegan a su máxima expresión con Salinas. 6. La alternancia con el arribo del PAN el año 2000. 7. El regreso del péndulo con Peña Nieto. 8. Se gesta y nace el despotismo, de AMLO a la actualidad.
Este México contemporáneo es administrado permanentemente por el grupo de poder político-económico que cobra la renta a través de contratos, concesiones y negocios con grandes ventajas, mediante marcas nacionales o asociaciones extranjeras, de acuerdo a las situaciones que se van presentando en los mercados internos y externos.
Todo ello no es por generación espontanea; ya desde Don Porfirio Díaz se adecuaron las normas y determinaciones para que se beneficiaran los poderosos, y vino y se fue la Revolución y los esquemas de explotación no migraron, solamente cambiaron de manos, y así hasta el siglo XXI.
Al momento el desgaste del esquema es evidente, y lo más adecuado para sostenerlo era el caudillismo, para lo cual apareció la figura de Andrés Manuel López Obrador, una especia de pastor religioso al que Dios le habría hablado para salvar al mundo, con un dejo de orate y comicidad. Estaba que ni mandado a hacer para despertar la credibilidad de las mayorías, aunque todo fuese ficción.
Si los mexicanos creyeron en los 50s en Cantinflas y en el Santo, y en los 80s en el Chapulín Colorado: ¿por qué no habrían de creer ahora en AMLO, aunque todo fuese no más que una telenovela? Y así se dio.
Pero, pese a su pesar, AMLO un día se tuvo que ir, y ¿ahora que seguiría?: pues la imposición, el despotismo; o de lo contrario todo se le puede desmoronar a ese poder político-económico que todo lo controla para su beneficio.
Llega entonces la continuidad de la 4T, en la figura de Claudia Sheinbaum, pero le precede un esquema de adecuaciones y costumbres que permiten fructificar en un poder absoluto, que no da lugar ni a critica ni a desviación, pues ostenta un respaldo mayoritario, por un lado con su mayoría de congresistas y autoridades impuestas con elecciones amañadas, y por otro lado con el apoyo de los capitales a los que conviene que las situaciones no cambien, más ahora con la alianza del Crimen Organizado, que le ha metido a este gobierno inversión desde su arribo en 2018 y que ahora cobrará facturas.
Todo esto no sería posible si desde años atrás no se hubieran efectuado las modificaciones para contar con un poder absoluto y no se hubiera debilitado a las instituciones autónomas que significan contrapeso.
El camino se fue allanando poco a poco y en sigilo, y muchas veces y muchas personas ni cuenta nos dimos, hasta que ahora tienen el sartén por el mango, pueden realizar las modificaciones que les plazca, inclusive a nivel constitucional y de un día para otro, y nada ni nadie los puede detener.
Esta es la realidad y no hay porque quedarse callados. Cierro con una cita de quien fuera el último presidente del INE aún autónomo, Lorenzo Córdova: “México ha dejado de ser un estado de derecho, que supone la subordinación del poder a la ley; para convertirse en un despotismo, en un régimen donde la ley se ajusta a los caprichos le poder, quien la modifica a su antojo”.