Hacia la regresión

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Por Luis SILVA GARCÍA

CD. JUÁREZ CHIH.- El Secretario de Hacienda se dirigió de manera un tanto altanera al Presidente de la República:

— Oye, no se que tan consciente estás de que, con esa ley de transparencia que tu andas promoviendo, lo primero que van a sacar a la luz pública son todos tus asuntos personales y al primero que le van socavar su privacidad es a ti, y del que se van a estar burlando es de ti y de tu familia.

Esa mañana en Los Pinos se realizaba una reunión del gabinete federal, con los secretarios de estado y el staff cercano del Presidente, así como con unos pocos especialistas en materia de transparencia, en vías del envío de una iniciativa de ley por parte del Poder Ejecutivo al Legislativo.

— Me queda muy claro -respondió el primer mandatario-, se que con una ley de transparencia van a quedar expuestas nuestras acciones y de alguna forma hasta nuestras vidas, como también se que el papel que me toca como presidente es de transición, por lo que habrá muchos esfuerzos de nuestra parte que no lucirán ante la gente, ya que nos corresponde hacer la construcción de la obra negra para la transformación del país, de manera que no tengo duda en cuanto a que el valor de la transparencia es más importante que el de cualquier vida privada, incluyendo la del Presidente; y por tanto, aunque se que hay riesgos, vamos con todo por esta ley.

Me tocó atestiguar el incidente como colaborador en la preparación del proyecto de lo que fue la primera Ley de Transparencia en México, aprobada en los primeros años del siglo actual, y me pareció hasta grosera la forma en que el Secretario Francisco Gil Díaz se dirigió a Vicente Fox, pero al revisar los hechos y personajes de esta etapa en la historia del país, las posiciones tienen explicación y entendimiento.

Paco Gil Díaz, como era que se le conocía en el argot político, era alguien a quien de ninguna manera le favorecería la transparencia, antes al contrario, operar en lo oscurito fue siempre su beneficio, desde que estaba en Aduanas, en la banca oficial, en la banca privada y en Hacienda, el mar en que navegaba y la red de beneficios que integraba, lo que menos ocupaban era transparencia.

Fox, por su parte, mostró siempre verticalidad en los principios que enarboló y buscó aterrizarlos para la transformación y mejora del ejercicio público, a través de las seis líneas de buen gobierno que estableció en su mandato, y una de ellas, la base del entramado, era la denominada Gobierno Honesto y Transparente, en la que me tocó trabajar por varios años.

La imagen del mandatario de la transición se ha visto vapuleada más por sus decires que por sus haceres, y en ocasiones más por algunos quienes le rodearon, que por si mismo; ahí habrá responsabilidad, indudablemente, pero la verticalidad que su gobierno sostuvo es más nítida conforme pasan los años.

Que en ese entorno desentonaba la figura de Paco Gil Díaz, muy cierto; pero tampoco me parece que fuera tan posible cambiar el soporte financiero del país de la noche a la mañana; tan es así que desde antes de la llegada de Fox y aún hasta el arribo de la CuatroTe, en ese sector siguen operando, en gran medida, los mismos personajes de toda la vida. Esto no es una justificante, de ninguna manera, es simplemente una realidad.

Desde los años 1980s y 1990s se sabía que el hombre fuerte de las aduanas era Paco Gil Díaz, era el que mandaba, ponía y movía a los administradores aduanales en la frontera norte, por donde ha operado siempre el volumen importante de contrabando documentado, que es el que deja en verdad ganancia.

Si brotaban denuncias de corrupción, de repente el administrador de la aduana fronteriza era removido y el de Cd. Juárez amanecía en Nuevo Laredo, Tams., por ejemplo; pero al revisar los que iban y venían en las diversas oficinas, desde Tijuana hasta Matamoros, resultaba que todos eran del grupo de Gil Díaz.

Así fue creciendo en la burocracia de las altas finanzas publicas hasta que llegó a la Secretaría de Hacienda en el Gobierno de Fox, pero no salió limpio, pues fue acusado de corrupción al otorgar a un fideicomiso privado el manejo de los recursos provenientes de las aduanas del país; también es señalado de presionar a Pemex y a Afores para otorgar contratos y préstamos multimillonarios a su hijo Gonzalo, quien creó una empresa con capital social de solo mil pesos, pero que recibió inversiones de 500 millones de dólares y contratos millonarios de Pemex y sus subsidiarias en plataformas petroleras, según exhibieron publicaciones del periódico La Jornada.

No se trata de revisar a fondo el curriculum de este personaje, solamente ejemplificar quien es y cómo es que no solo no tenía autoridad moral para cuestionar al Presidente Fox, sino que lo hacia tal vez como una medida desesperada, ante la transparencia y la rendición de cuentas que irían a menoscabar el negocio turbio en el que se había hecho fuerte por muchos años.

El hecho es que la Ley de Transparencia se promulgó y las medidas para modificar los procesos en el gobierno, cambiar conductas, mejorar capacitación, evitar extorsión y rendir cuentas publicas, por citar algunas, fueron avanzando en el gobierno de 2000 a 2006, pero al llegar el siguiente presidente, Calderón, aunque era del mismo partido político, descartó casi toda la Agenda de Buen Gobierno solamente porque era de su antecesor.

¿Así cómo  o cuándo iremos a avanzar? si el gobierno que llega cada sexenio quiere empezar nuevamente de cero; esa actitud es antievolutiva, al descartar de un plumazo lo que hizo el antecesor, y ni se diga cuando se trata de un gobernante de oposición. La Comisión Intersecretarial para la Transparencia y el Combate a la Corrupción, que debía reunirse al menos una vez al año, con Calderón no se convocó en ninguna ocasión. No se desapareció, pero se dejó ahí como letra muerta.

Si el primer decreto presidencial de Fox fue el de la creación de dicha comisión en el año 2000, pues el primer decreto del Presidente Peña Nieto fue el de la desaparición de la misma. Ahí van pintando los intereses.

Y más allá de las normas, si la autoridad en turno tiene el control absoluto para hacer y deshacer, pues las leyes serán letra muerta y estamos en camino de una  regresión, en la que personajes como Gil Díaz serán los más convenientes para manejar ganancias en beneficio de grupos, antes que de la nación y la comunidad.

Aunque el discurso habla del bienestar para los desprotegidos, la realidad indica que únicamente son los más allegados al poder y sus familiares los que reciben canonjías, cuando las acciones se enmarcan en una campaña propagandística que promueve cierta imagen, ante una ciudadanía mayoritariamente empobrecida y abandonada.

Así, las extorsiones, abusos, maltratos, violencia, tráfico de influencias, y muchos más desmanes, son solapados por las autoridades en un escenario de anarquía creciente e incontenible, donde los valores humanos van cada vez mas a la zaga.