La Columna
Por Carlos JARAMILLO VELA
CHIHUAHUA CHIH.- Las recientes declaraciones formuladas por el expresidente de México, Ernesto Zedillo Ponce de León, a las revistas Nexos y Letras libres, han incomodado a la actual presidenta de nuestro país, Claudia Sheinbaum, y a su partido, Morena.
La razón de esto es que lo dicho por Zedillo ha constituido, una vez más, la colocación del dedo en la llaga, es decir, el exjefe del Estado mexicano ha reiterado una verdad sabida, al expresar con claridad lo que ya en muchas ocasiones se ha venido advirtiendo por parte de políticos, analistas, abogados, académicos, líderes sociales, periodistas, medios de comunicación y organismos nacionales e internacionales: en México se extinguió la democracia.
“La democracia en México murió”, dijo Ernesto Zedillo, con total certeza. Hoy nadie duda que los graves retrocesos constitucionales, impulsados por la presidenta Sheinbaum, y aprobados por la mayoría legislativa de su partido, Morena, constituyen la antítesis de la democracia, y significan una lesiva regresión para las instituciones jurídico-políticas de la nación mexicana y, en consecuencia, para las libertades cívicas y derechos fundamentales de los mexicanos.
Estas verdades absolutas han sido señaladas en todos los foros y mediante todos los tonos, desde que se empezó a notar el reprobable daño jurídico, político y democrático que Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum y la cúpula morenista, de manera deliberada están infligiendo a México.
Solo un milagro podría hacer que en el corto plazo nuestro país retome la senda de la democracia y las libertades cívicas, políticas y económicas, pues el partido en el poder tiene el control de las cámaras legislativas, por lo que los perniciosos cambios que ha hecho a la Constitución y las leyes secundarias le permitirán controlar también al Poder Judicial.
Mala situación vive hoy México, para desaliento de las expectativas de los gobernados, así como de las iniciativas de los inversionistas nacionales y extranjeros. Con pleno conocimiento del actual entorno nacional, y con total certeza, Zedillo ha relatado lo que está ocurrriendo en nuestra patria. Por eso hay gran irritación en Palacio Nacional.
Por su parte, la presidenta Sheinbaum, tratando de defender el indefendible desmantelamiento institucional que ella y la oligarquía que representa están cometiendo contra México, ha reaccionado airadamente ante lo declarado por Zedillo.
Respecto a la Reforma Judicial, basada en la elección popular de jueces, magistrados y ministros, Sheinbaum ha dicho que ésta es una reforma “democrática”, porque la democracia es el gobierno del pueblo.
Todos sabemos que este discurso de la presidenta no es más que un sofisma, demagógico y populista, pues ninguna democracia del mundo elige a sus jueces de esa forma, porque no es la correcta, debido a la subordinación, pérdida de independencia, ausencia de control de calidad profesional, y politización, que implica para los órganos jurisdiccionales someter su conformación a la decisión popular.
La verdad no peca, pero incomoda; aunque a Claudia Sheinbaum y a Andrés Manuel López Obrador les moleste la inobjetable enmienda de plana, que con sólidas razones y argumentos les ha hecho el exmandatario Ernesto Zedillo, ellos y la mayoría de los mexicanos sabemos el priista está diciendo, con todas sus letras, una verdad que es imposible ocultar: en México, Sheinbaum, López Obrador y Morena han dado muerte a la democracia.
Miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua, A.C.