Por Luis SILVA GARCÍA
CD. JUÁREZ CHIH.- Estamos ya casi a punto de que se realice la peculiar jornada electoral del 1 de junio para elegir juzgadores en México, tanto jueces penales como familiares, ordinarios, jueces de distrito y magistrados, en los ámbitos federales y estatales en todo el país.
El proceso no ha sido para nada claro ni amable para los posibles electores; inclusive los propios candidatos, que han avanzado de acuerdo a las complejas etapas y normas el proceso electoral, tampoco tienen claras las reglas del juego en el que están participando, ni han recibido los materiales y capacitación en tiempo y en formas holgadas, sino que andan por ahí, dando tumbos, en un esquema confuso, controlado absolutamente por el partido en el poder.
Resulta irónico que este esquema, presumido como altamente democrático (que anuncia el retiro de la corrupción, prebendas y decisiones facciosas en el poder judicial, mediante el retiro de los juzgadores supuestamente anquilosados en el poder para suplirlos con los que el pueblo seleccione en votación), en la practica se ha convertido en una verdadera encrucijada.
Por un lado, la elección mediante voto directo resulta esperanzadora para quienes creemos en la democracia y por eso nos motivamos a participar en el proceso, ya sea los que lograron candidatura, como los que colaboramos con nuestro granito de arena en la promoción del voto, aunque el proceso luzca amañado, o podría ser precisamente por ello.
Los tiempos actuales en la República Mexicana son turbios: avanza el esquema totalitario en los diversos poderes y niveles de gobierno; mayoría absoluta en el legislativo; control por parte del partido en el poder de los organismos otrora autónomos (como el INE y otros); incertidumbre y recesión económica; maquillaje de cifras y descarada falsedad en declaraciones oficiales; y para rematar, intromisión de la delincuencia en esferas de poder y creciente inseguridad, asesinatos, secuestros, huachicoleo fiscal…
En este contexto nadie, con un poco de sentido común, puede creer que el proceso de la reforma y elección judicial no sea turbio. Así ha sido desde un principio, en todas sus etapas y, conforme avanza no se ha transparentado.
Por ese rumbo naturalmente se ha ido complicando y hasta deteriorando la elección judicial, hasta llegar a las ultimas imposiciones oficiales que dejan en manos del propio partido Morena la palomeada definitiva de los nuevos jueces y magistrados, independientemente de los resultados de la elección, que ya de por si es opaca en sus procedimientos.
El gobierno no está dejando ningún cabo suelto, tiene todo controlado; si por ahí se le escapa algún juez que no le plazca, con estas recientes medidas aseguran que lo pueden bajar fácilmente. Esto ya no es democracia, es demagogia, pero desafortunadamente muchas personas les siguen creyendo, pues así armaron su tinglado, apoyándose en la base de mayorías pobres e ignorantes.
En cuanto al proceso de elección, los candidatos han tenido una tarea muy complicada, pues les limitaron recursos económicos y propagandísticos; no pueden recibir donaciones, solamente ellos en personas pueden repartir volantes, y solamente los volantes y las redes sociales se pueden usar para darse a conocer, siempre y cuando no sean contratos comerciales.
Se ha fomentado la participación de observadores para esta elección, pero si usted se registró para ello, nomas quiero saber si pudo tomar la capacitación, pues lo dejan a uno es espera de la siguiente señal, y el tiempo ya corrió. Puro rollo, pues, para presumir que el proceso es muy bueno, una cortina propagandística más.
Todo parece orquestado para desalentar la participación, contrario a lo que se esperaría de un procedimiento democrático, que llamaría a la participación de todos, sería lo lógico. Pero esta claro que entre nuestros gobernantes nunca ha habido lógica. En su paso por las aulas de formación (si es que lo hubo) parece que este y otros principios básicos de la ciencia humana no les tocaron en el reparto.
En la operación de las casillas no está contemplado el conteo de votos, ni habrá representantes de organizaciones, partidos o de los candidatos: solamente los funcionarios (designados unilateralmente por el gobierno) se llevarán las urnas a un centro de acopio, donde tal vez 72 horas después harán el conteo de votos, y tal vez algún día den a conocer resultados.
La verdad es que todas estas situaciones desalientan a los candidatos y a los posibles electores, de manera que no hay que esperar que la participación en las casillas sea siquiera de un 5 por ciento del padrón.
De por si, una elección diferente a las acostumbradas difícilmente llama la atención de los posibles votantes: existe apatía y hasta flojera para dedicar un domingo a esta participación, con filas, calor y sol. Luego las irregularidades y sospechas ya descritas provocan un pretexto idóneo y quizá hasta muy válido: “no voy a votar para no colaborar con esta artimaña oficial”.
Pero entonces hace un llamado a la conciencia el principio del clérigo anglicano sudafricano que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1984, por su papel en la oposición a a la discriminación racial, Desmond Tutu: “Si eres neutral en situaciones de injusticia significa que has elegido el lado opresor”.
O estas frases contundentes de Martin Luther King: “No me duelen los actos de la gente mala. Me duele la indiferencia de la gente buena”. “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”.
En esta encrucijada a mi me toca hacer lo que está de mi parte para que pueda llegar a ocupar el puesto de juez alguna persona preparada y honesta, antes de que todos los puestos sean llenados por el partido en el poder para su favor y el de los que le apoyan.
Para esto tenemos que buscar que la gente acuda a votar y además instruirlos de la forma adecuada para blindar un poco el resultado, en lo posible, ya que son más de 10 boletas de diversos colores, en las que hay que seleccionar cinco o tres mujeres y otros tantos hombres. Está complicado el caso. Además no hay que dejar cuadros en blanco porque cualquiera puede poner números después, todo esto es mucho trabajo y nada fácil, pero nos toca hacerlo.
Si los candidatos sanos, nacionalistas, auténticos mexicanos, positivamente formados, y quienes les apoyamos, no logramos el objetivo, porque la contienda no se da en piso parejo o por cualquiera otra situación, quedaremos al menos satisfechos de haber luchado por nuestros principios; que en ese aspecto nunca deberemos doblar las manos. ¡Viva México!