Por Luis SILVA GARCÍA
CD. JUÁREZ.- Este año se cumplen 800 desde el nacimiento de un personaje que luciera por su discreción, muchas veces por permanecer callado, pero que con su obra fue exponiendo principios que son válidos inclusive hasta hoy en día y que le ubican indudablemente como quién logró amalgamar, como nadie más, dos conceptos aparentemente disímbolos: la fe y la razón: Tomás de Aquino, declarado santo por la Iglesia Católica en el año 1323.
Es calificado (junto a Agustín de Hipona, otro santo católico) como uno de los máximos exponentes de la escuela filosófica y teológica denominada Escolástica, la cual, con base en principios aristotélicos, desarrollara el pensamiento cristiano prácticamente en toda la Edad Media.
Quizá lo más relevante de sus teorías radica en la utilización de los esquemas de lógica y análisis riguroso, científico, aplicados para comprender y defender los dogmas religiosos, pero que se convirtieran en ejercicios que rebasaron el ámbito eclesial para dar lugar a una evolución del estudio y pensamiento humanos, que redituaron en la proliferación de lugares de disertación en toda la civilización occidental, para desembocar en la creación de universidades.
Y las universidades, como su mismo nombre lo dice, son centros de crecimiento del pensamiento universal, es decir de estudio incluyente, abierto a los descubrimientos y a la experimentación, para entender más a fondo el fenómeno humano y afianzar la teoría del desarrollo. Para todo ello el aporte de Tomás de Aquino fue enorme.
Mi propósito es recordar a este sabio y santo, y de ninguna manera realizar análisis profundos de sus principios, para lo cual ni me considero capaz, sino solamente intentar reflexionar sobre algunas de sus enseñanzas.
Siempre me han llamado la atención las que son reconocidas como las cinco vías tomistas, expuestas en la obra cumbre de Tomás de Aquino, La Suma Teológica, mismas que, a fuerza de insistir en la exposición de evidencias para una conclusión a posteriori de la existencia divina, derivan en conclusiones prácticas que nos hacen pensar algo así como: Estoy aquí y desde mi persona hasta el cosmos todo parece tener un sentido lógico, entonces concluyo que todo es por algo y para algo. La vida y el universo tienen sentido. Somos parte de un todo. No somos azar.
El diseño de las vías tomistas sigue siempre una misma ruta: arrancan desde un hecho de la experiencia al que se le aplica el principio de causalidad y se llega a una conclusión.
Vía 1: Movimiento. En el mundo hay movimiento, y todo lo que se mueve es movido por otro, que a su vez es movido por otro y así hasta llegar al primer motor inmóvil. Dios.
Vía 2: Causalidad Eficiente. En el mundo todo tiene su propia causa eficiente, ya que nada puede ser causa eficiente de sí mismo, y así hasta llegar a una causa eficiente primera. Dios.
Vía 3: Contingencia. Todos los seres que habitan el mundo son contingentes (es decir, pueden o no existir), pero se requiere que haya un primer ser necesario, del que devienen los demás. Dios.
Vía 4: Grados de Perfección. En cada ser del mundo concurre un determinado grado de perfección, pero debe haber un ser anterior a todos que suponga la perfección plena, infinitamente perfecto. Dios.
Vía 5: Orden Cósmico. Puesto que hay cuerpos que no tienen conciencia de sí, pero obran con sentido (el movimiento del Sol, de los planetas, las tormentas, etc.), ha de haber una primera inteligencia creadora. Dios.
Santo Tomas nos pone a pensar en Dios real, en el que está en la vida diaria, en elementos y situaciones de la humanidad. La explicación de la existencia de la deidad se concluye por lo que nos sucede, no por una esperanza en el futuro incierto. No afirma el tomismo que Dios se manifiesta en todo, no es ese el reto; pero demuestra que hay una presencia indudable.
El aquinismo para mi ha sido una reflexión de fe que nos inspira a pensar a profundidad, a razonar, a esforzarnos para ser capaces de sintetizar y analizar los conceptos, y así poder sacar conclusiones que nos lleven al entendimiento y a vivir mejor, a imagen y semejanza de quien nos ha creado. Eso me parece una inspiración divina, un soplo hacia la evolución. Dios mediante.