Misión Cumplida

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Por Luis SILVA GARCÍA

— ¿Cómo ves el panorama; qué podemos esperar de los resultados? Me preguntó el candidato a juez local el sábado 31 de mayo de 2025, a unas horas de la peculiar jornada electoral judicial en todo el país.

— De acuerdo a mi experiencia en muchas campañas en México y en otros lugares, según veo la situación actual, al considerar lo que he leído y lo que escucho de expertos y protagonistas, me parece que cuando lleguen los números oficiales, mínimo hay que restarle el 50% por ciento. Le opiné a este candidato, al que apoyé decididamente para su participación en la contienda.

— Y ¿por qué crees que van a inflar los números?

— Pues porque ahora aplica el dicho simplón de que “si nada como pato, brinca como pato, tiene pico y patas de pato, y hace “cua cua”, pues no hay motivo para dudar que es pato”.

Todos los datos apuntan a que el actual gobierno mexicano está construyendo un régimen totalitario, mismo que dejaría pálidos de envidia a los personajes tricolores que apuntalaron la llamada “dictadura perfecta” desde los años 1940s hasta los 1990s, cuando vinieron a menos y fueron arrasados por los vientos democráticos mundiales.

Pero hoy en día hemos regresado a aquellos términos, es decir, estamos en una regresión social. Las medidas del actual régimen, antes que construir una democracia, como presumen, apuntalan un control absoluto del poder, rumbo a un totalitarismo como pocos se ven en estos momento en todo el mundo.

En esta ruta es imprescindible la propaganda, por ello, al pretender lograr el control del poder judicial, la mejor fórmula del gobierno actual era la vía electoral, la votación general para quitar a los que no quieren ahí y poner a los que les acomodan.

Y los números, unos 13 millones de votantes, entre acarreados y ficticios, suenan a muchos mexicanos, pero lo que se observó en la jornada: apatía, lentitud del proceso, complicación con las once boletas y decenas de cuadros para rellenar con números,

más el alto promedio de tiempo por elector para marcar el voto, que fue superior a la media hora en mampara, no parece avalar esos datos.

Entonces a los resultados tenían que meterle números, en fin que, con el control absoluto del proceso, nadie podrá comprobar lo contrario; además de que, en números mediáticos, hablar de millones, decenas de millones, cientos de millones o miles de millones, ya en cualquier caso suena a mucho; el efecto ya es el mismo. Se los digo porque ha sido mi experiencia como reportero.

La practica de este elemento de números inflados no es nueva, ya desde los citados tiempos priístas se acostumbró abultar números electorales para apantallar a las mayorías y justificar fraudes, con la premisa de: “para enfrentar a los escandalosos que reclaman `fraude´, hay que responderles con números apabullantes, así, en el peor de los casos, vamos a tener que negociar con ellos y les vamos a conceder casillas, pero vamos a conservar el resultado a nuestro favor, y al tiempo se acallará el escándalo”. Así razonaba el régimen hace unos 50 años.

En alguna elección de los años 1980s presentaron resultados de una casilla en la ciudad de Chihuahua en la que, para que se diera el número de votos que supuestamente salieron, de acuerdo a los cálculos promedio de lo que duraba una persona votando, la mentada casilla tendría que que haber esto abierta durante semanas para captar los votos, y por supuesto que no fue así. Esa casilla finalmente se anuló, pero no afectó el resultado, pues el método, en mayor o menor grado, se aplicó de forma generalizada, solamente que en este caso parece que se fueron grandes.

Pues los que están en el poder hoy, las mañas bien que se las saben, ya que vienen de esa escuela reconocida como la de “lo peor del priísmo”, y hay que señalar que hubo ideólogos priístas serios y destacados, que lograron avances en la sociedad mexicana, pero a Morena vinieron a parar los más descarados, luego de pasar por denominaciones de supuesta izquierda, y en el camino se fueron retirando los elementos valiosos.

La toma por asalto del poder judicial por parte del régimen autoritario mexicano es ya el cierre de un circulo perverso que completa el control absoluto por parte del gobierno actual en la República Mexicana, lo que acarreará -y acarrea ya- consecuencias nefastas en materia de economía, justicia, inseguridad, educación, salud, y en general en el deterioro del nivel de vida y la estabilidad social, hasta el riesgo de la desaparición del Estado de Derecho y el aumento del poder y control por parte de la delincuencia, como ha sucedido en países hermanos, cuando han sufrido totalitarismo, sea militar o político.

¿Por cuanto tiempo México padecerá esta triste situación? Es muy difícil saberlo hoy. Pero confiemos en que los intereses en el poder podrán carcomerse unos a otros, ya que carecen de principios y valores, y están conformados por codicia, corrupción, ignorancia, sed de poder y propósitos personales. No olvidemos que en la evolución de la humanidad se confirma que varios males no pueden llevar a un bien en ningún sentido.

Tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados; llega el momento de la lucha civil para denunciar y generar toma de conciencia de una situación que afecta a la sociedad y que,  por el bien común, tiene que cambiar. Toca desenmascarar un engaño.

Muchas veces nos quejamos de lo que esta sucediendo, corrupción rampante, carestía galopante, injusticias, secuestros, imposición gubernamental; pero tampoco hacemos esfuerzo alguno para que esto cambie; a veces no siquiera mencionamos los hechos en voz alta; parece que un temor social ya nos acometió, o quizá nos quedamos en la comodidad de solamente contemplar lo que pasa, mientras “la lumbre no nos llegue a los aparejos”.

Considero que, mínimamente, tendríamos que estar haciendo lo que muchos integrantes de estas comunidades norteñas del país hacíamos en los años 1980s: un despertar de lucha cívica que, sin violencia, cimbró al régimen de entonces y lo hizo a un lado por la vía electoral por primera vez en el país, en un ejemplo nacional y con ecos internacionales de lucha civil para el cambio social.

Parece que nos hubiéramos olvidado de estas capacidad de reclamo, y por ello es que algunos decidimos participar en la elección judicial, a sabiendas de que la contienda era más un parapeto propagandístico para camuflar una imposición programada, y los resultados que ahora se conocen así lo están demostrando.

Mi respeto y reconocimiento para aquellos candidatos, quienes son personas preparadas e íntegras moralmente, y  aun conociendo del fraude anunciado, pusieron su esfuerzo y recursos para contender, y más aún para todos aquellos ciudadanos que se interesaron por entender el proceso, para los se prepararon para ser observadores, y para todos los que acudieron a votar, aún sin esperanza de resultados, pero con la conciencia de que hay que participar para cumplir con la obligación civil y al menos para saber cómo realmente se dan las cosas y luego poder reflexionar con elementos.

Comprendo a aquellos que juzgaron que no había que participar por no seguir la corriente al gobierno, pero yo juzgué que con esa posición no se ganaba nada, en cambio, con participar se podría avanzar en la lucha civil y se informaría uno de primera mano, antes que estar atenido al alud de mensajes, muchas veces confusos, en redes sociales, que indudablemente pesan a favor del régimen. A rio revuelto, ganancia de pescadores.

En la tarde del domingo 1 de junio cruce palabras con el candidato:

–¿Cómo estas, como anda todo, para cuando hay resultados?

–Tal vez para diciembre. Me contestó a manera de broma, y añadió.

–Estoy muy tranquilo, hicimos todo lo que nos tocaba hacer, con todo el esfuerzo y lo que teníamos al alcance, ya si llegamos o no llegamos, no está en nosotros.

Percibí la paz de la misión cumplida. Y quedamos listos para la lucha que viene.