La guerra de allá y de acá

0
203

Por Luis SILVA GARCÍA

CD. JUÁREZ CHIH.- Los tambores de guerra suenan por doquier; el salvajismo nutre las ambiciones de individuos enfermos por sus afanes de poder individual, de hacerse notar, de someter al prójimo, de sentirse poderosos. La barbarie y mucho más.

Entre los hombres armados con maquinas de matar, muchas veces desquiciados en su momento de acción, que componen los ejércitos de Irán e Israel, y los integrantes de los grupos igualmente armados del Cártel Jalisco Nueva Generación y del grupo delictivo La Familia, que supuestamente se enfrentan entre ellos, pero que en realidad matan por igual a inocentes, no veo yo diferencia.

Ni unos ni otros saben en realidad cual es el poder que está detrás de ellos, que es el que los manda a matar al prójimo. Es la guerra; fenómeno de enfrentamiento para someter a las personas o a los grupos o naciones, que se aplica en la historia de la humanidad, siempre censurado por las mayorías y siempre auspiciado por los poderosos en turno.

En estos días, en Zitácuaro, Michoacán el enfrentamiento entre grupos delincuenciales ha derivado en que los criminales se hayan apoderado de las vías públicas, en que hayan tomado a la población civil como rehenes de sus turbios propósitos.

No es este ni el primero ni será el último de los casos; son situaciones que en todo el país son cada vez mas comunes, y las autoridades formales ya reconocen que están rebasadas por las fuerzas de los grupos de delincuentes.

El caso me parece informativamente destacable porque la señora Brenda Yanet, de 25 años de edad, circulaba en su automóvil Volkswagen Jetta, color rojo, acompañada de sus hijos Celeste, de 10 años de edad, Evan Abdón de 5 e Iván Natividad de 4, en un día y actividad común por las calles de la comunidad donde vive, cuando repentinamente su vehículo quedó atrapado en el fuego cruzado de estos viles delincuentes de los cárteles.

Tanto la mamá como sus hijos fueron lesionados por tiros de arma de fuego y el niño Evan ahí perdió la vida. Víctimas inocentes que nada tienen que ver con los intereses de las ilegales fuerzas armadas que toman las calles de las ciudades, mientras la autoridad es incapaz de defender a los ciudadanos.

Es una desgracia, una triste casualidad, afirman muchos; mas yo creo que es una aberración, que es una muestra de la descomposición del sistema, del desmoronamiento de nuestra República, pues una sociedad que no puede proteger a sus ciudadanos, y más aún que no puede garantizar la vida de sus niños, es una comunidad en desgracia.

Desde la Franja de Gaza, en Medio Oriente, nos llega una fotografía de un niño comiendo arena. Mientras lo filmaban los periodistas el menor palestino decía: “no tenemos alimento, comemos arena en lugar de pan, piedad”, clamaba. El reporte de las agencias informativas señaló ese día que la ofensiva del ejercito Israelí dejó al menos 93 gazatíes muertos, todos ellos población civil.

Los ataques y medidas de Israel contra Palestina dieron lugar a la andanada de cohetes Iraníes contra ciudades Israelitas, y otra vez se reportaron victimas civiles. Israel respondió igualmente bombardeando blancos de población en Irán.

Y ahí andan, tirando unos contra otros, aunque resulte afectada la población que no es ejercito y que nada tiene que ver en esta guerra de poderes. Y ahí van las grandes potencias a “salvar” lo que consideran “justo” en sus términos. Y así pueden seguir escalando el conflicto.

Nunca debemos olvidar de qué manera la Segunda Guerra Mundial terminó arrasando, de dos bombazos, con cientos de miles de pobladores de las ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaki, todos ellos víctimas inocentes de los intereses de los gobernantes de los países.

Es lógico entonces temer que los conflictos entre grupos, quienes aplican la violencia extrema sin que que les importe afectar a terceros, sean domésticos o internacionales, produzcan cada vez mayores daños colaterales en victimas inocentes e indefensas.

Pero si analizamos y reflexionamos en los casos, también encontramos motivos para llegar a creer que tal vez lo que pretenden esos grupos, o los intereses que están tras lo que vemos en las calles, es demostrar una fuerza, someter al contrario y controlar a la comunidad, para beneficio solamente de los intereses y/o negocios de esos mismos grupos.

Lo que menos interesa es a quien se lleven entre las patas, sean niños o adultos, sean culpables o inocentes. Es sola y llanamente la ley del terror. Hacia allá claramente transitamos.