De la simulación a la hiper-realidad, o de los políticos mentirosos

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Por Luis SILVA GARCÍA

CHIHUAHUA CHIH.- La simulación es un acto que consiste en imitar o fingir que se está realizando una acción cuando en realidad no se está llevando a cabo, esto de acuerdo a las definiciones en los diccionarios serios.

En la práctica resulta una conducta deleznable que aplican los personajes de la política pública con extrema frecuencia y que, aunque es una conducta censurable en cualquier persona, en los encargados de velar por el bien común de la sociedad, resulta aún más grave.

Cuántas veces hemos escuchado decir al personaje político que él si va a componer al país, que llegó la hora de beneficiar a los desprotegidos, que ya estamos entrando en la abundancia, que ahora si se le va a dar a la cuidad lo que le corresponde, que viva la democracia, en fin, cuanto se nos pueda ocurrir.

Pero desgraciadamente, salvo muy honrosas y escasas excepciones, lo que dicen estos personajes se queda en promesas de campaña, en puras mentiras, en la simulación.

Ya es tan común la falta de cumplimiento de promesas de los políticos y la fama de que no hacen nada que, cuando me tocó estar como Coordinador de Información del Canal de TV del Congreso de la Unión, varios amigos me comentaron con sarcasmo: qué bueno que estás ahí, te la vas a pasar bien sin hacer nada.

La verdad es que en esa ocasión me tocó conocer diputados y funcionarios que hacían bien su trabajo, pero en verdad eran escasa minoría; por desgracia, la mayoría de irresponsables y simuladores son los culpables de que la sociedad tenga esa mala imagen del político, fundada, con razones y años de desgaste.

El filósofo y sociólogo francés contemporáneo, Jean Baudrillard, en sus tratados sobre la simulación, se refiere a las estrategias de la apariencia, a las estrategias de la seducción, a la sustitución de la realidad por una hiper-realidad, es decir, por la virtualidad, por algo que no es realidad, pero que se presenta como tal, a conveniencia de algún interés particular.

El propio Baudrillard se apoya en otros autores para explicar que, cuando la conducta de simulación, de engaño, de mentira, se convierte en una experiencia vertiginosa, amplia, extrema, resulta como “cuando todo lo sólido se desvanece en el aire”, en lo que podemos interpretar como la imposición de la simulación sobre los hechos, expresada con esta frase entrecomillada de Shakespeare en La Tempestad, retomada por Marx en su representación de la modernidad.

La referencia a la modernidad viene al caso porque ésta nació como concepto estético, que representó la experiencia del trastrocamiento urbano,la sensación de suspensión de valores, de transformación de instituciones, de demolición de estructuras.

Dicha experiencia se expresa igualmente en la narrativa del Fausto de Gohete y, según Baudrillard, esta experiencia de dilución y evaporación de la realidad se habría radicalizado y extendido convirtiendo a la sociedad en un sistema de simulaciones.

Charles Baudelaire y Marshall Berman son otros autores que explican como la simulación se convierte en una de las claves para comprender la experiencia extrema de la modernidad radicalizada, junto al concepto de ilusión y de realidad, convertida en virtualidad, en hiper-realidad.

Estos conceptos de estudiosos y escritores, tanto de nuestros días como de corrientes anteriores, me llevan a pensar en un concepto que le he escuchado a varios políticos y que luego se cristaliza en hiper-realidad: repite un millón de veces una mentira y se va a convertir en realidad.

Y a eso le apuestan luego los personajes de la vida pública; por eso tenemos un mandatario que todos los días está lanzando datos, justificaciones, explicaciones y hasta agresiones, que poco tienen que ver con los hechos, pero que intenta que la población los entienda como hiper-realidad.

Es un engaño, claro que lo es, pero al parecer lo que menos interesa es que se juzgue o no con objetividad, lo que les interesa es que se genere una imagen de que algo se está haciendo, para justificar las promesas y el pueblo siga creyendo en el gobierno. Es puro rollo, pues.

Hay personas que presumen de que son las más limpias y puras, de que tienen sólidos valores y ponen a su familia por delante, pero en realidad se comportan con acciones contrarias a lo que afirman. Esto es igualmente simulación, producto de falta de madurez humana y de principios sólidos.

Claro es que, cuando las personas con estas deficiencias llegan a ostentar un cargo público, igualmente se comportan presumiendo de lo que en realidad carecen, simulando que son tal cosa, o que van a hacer tal cosa, cuando en realidad no tienen la más mínima intención de hacerlo.

Nuestra sociedad se ha convertido en un sistema de simulaciones, los valores se han trastocado, los mensajes comerciales se encaminan a convencer de que lo importante en la vida es tener, y los mensajes políticos prometen hasta lo imposible, con tal de llegar a un “hueso” y vivir del presupuesto público. Flacas metas las que se fijan.

Si confiamos en un futuro que sea mejor, que elimine la simulación, deberemos apostar a la educación, al incremento de los niveles de cultura en nuestras comunidades.

Conforme las personas accedan a una mejor preparación, más y mejores armas poseerán para atacar la simulación.