Distinguir la realidad, de la “otra realidad”

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Por LUIS SILVA

CHIHUAHUA CHIH.- Durante los pasados meses he tratado de mantenerme informado, pescando en los medios de comunicación retazos de un mundo que no se puede juzgar en su conjunto con las piezas, generalmente tendenciosas, que se estampan en los diferentes canales de información.

Tendrá el lector (o el vidente o escuchante), en todo caso, que aplicar la suficiente acuciosidad para discernir entre lo que es hecho real y lo que es ficción, pero ficción con un propósito determinado, es decir, la “noticia” tendenciosa empujada por alguno de los poderes fácticos que han hecho de nuestras sociedades actuales una feria de antivalores humanos, sean estos poderes económicos o políticos o, por desgracia, relacionados con el crimen organizado.

Dichos poderes están detrás de la gran mayoría de corrientes y medios de comunicación, de todas clases; mantienen el soporte de este tipo de sociedad consumista, que hace creer a las personas que la felicidad está en el tener, antes que en el ser.

Me considero un afortunado, pues las muchas temporadas en que me tocó ejercer el periodismo, más las anteriores, en que hube de desarrollar la capacidad de síntesis y análisis, y todo ello aunado a la experiencia de campo en trabajo social y en el ejercicio público, me han llevado a poder distinguir, con bastante facilidad, la realidad de la falsedad en las noticias.

Lo que más me molesta, es que actualmente los encargados de llevar la noticia en los diversos medios, –sean impresos, o TV, radio, o los medios digitales (mal bautizados “redes sociales”)–, quieran tratar a sus depositarios como retrasados mentales y no les dan la noticia completa y objetiva pero, eso sí, pretenden darles el análisis, la noticia ya digerida, ya con tendencia, ya con un juicio elaborado.

Se ve, de esta manera, que el propósito no es informar, para que las personas saquen sus propias conclusiones, con elementos adecuados, y puedan juzgar los hechos más certeramente, sino que la tendencia es a calificar los supuestos hechos y entonces decirles a las personas quién supuestamente ya tiene la razón.

Si los informadores se convierten de facto en jueces, pues no nos extrañe que en nuestro mundo los puestos de muy diversa índole no estén ocupado por los especialistas del ramo y muchas veces ni siquiera con personas medianamente capaces y ni con el sentido común suficiente para no cometer atrocidades.

A esto hemos llegado por una vía muy rápida y repentina: ahora resulta que, al menos en términos de generalidad, los maestros ya no enseñan, los jueces ya no juzgan con probidad, los gobernantes ya no gobiernan para el pueblo que los elige.

Como dijera Facundo Cabral: “un político con solo una oreja, un rebaño de una sola oveja, un crítico con un solo ojo y un abanderado cojo; un abogado ahogado en la ley seca, una comunidad boca abajo y una calamidad panza arriba, un demócrata censurando y un socialista multiplicando”.

Hemos generado una sociedad disfuncional y, en este triste contexto, se acomodan a las mil maravillas aquellos comunicadores a quienes lo que menos les interesa es comunicar, y fácilmente se venden al mejor postor.

Ya me tocó en una ocasión, desde la televisión pública, en aquel caso en el Canal de Televisión del Congreso de la Unión (en el cual yo fungía como Coordinador de Información), recibir el reclamo de los señores conductores de los noticieros de las cadenas televisivas con cobertura nacional, Televisa y TV Azteca, porque en el Canal del Congreso transmitimos en vivo y en exclusiva la entrada de los comandantes del EZLN a la sede del Congreso en San Lázaro.

Estaban indignados porque les ganamos la noticia, cuando a lo único que los periodistas aspirábamos era a tener noticias buenas, ganarlas, y si eran exclusivas, pues mejor aún. El trabajo se hizo, se logró obtener la información y se mandó al aire de forma exclusiva y en vivo.
No les quedó otra, a las orgullosas cadenas de TV, que tomar nuestra imagen sellada y subirla en sus canales por espacio de unos cinco minutos, hasta que sus camarógrafos corrieron desde donde estaban mal ubicados y retomaron la señal en vivo ya dentro del salón donde estaban reunidos los diputados con el EZLN.

El reclamo era más que nada porque se consideran los dueños de la información y no pueden entender que el trabajo de comunicación se puede ejercer con profesionalismo y seriedad, aunque no todos tengamos los insultantes recursos que algunos poseen.

Claro, ni a Televisa ni a Tv Azteca les conviene que la televisión, y en general los medios públicos, crezcan y se fortalezcan en México, pero eso será motivo de otra reflexión.
Punto y aparte. Para aquellos periodistas y comunicadores que conservan intactos los principios humanos y sociales, y ejercen su profesión con rectitud, pese a la arrasadora corriente en contra, mi más calurosa felicitación, solidaridad y reconocimiento.